Cuando en la oficina se aprenden mal tu nombre, estás condenado a quedarte con ese apodo para el resto de tus días. O al menos el resto de tus días en esa oficina.
Y así ha sido para esta importante personalidad del sector de los Recursos Humanos, a la que una nueva incorporación de la oficina se le ha metido en la cabeza y bien profundo que su nombre es Isidro.
Desde ese momento esta persona está condenada a que le llamen Isidro eternamente. Un nombre muy clásico, ¡no está nada mal y no hay nada de lo que ofenderse!