Aunque la culpa no fue del todo suya, sino de quién le presento a uno de ellos y dijo erróneamente el titulo de su libro, Su Alteza confundió el nombre y, muy educada y cortés, estuvo un buen rato departiendo con el autor del libro equivocado.
Lo grave no es el aprieto al que estuvo sujeto el confundido autor, lo realmente entretenido fue lo que ocurrió cuando el verdadero escritor del libro tuvo conocimiento de la equivocación de la Princesa.
Pero eso, se lo contaremos otro día.
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