Según nos dicen, tanto le gustaba la copita después de comer que solía volver a su puesto de trabajo a la pata coja y con un dedo en la nariz, al estilo de los controles de alcoholemia de las películas americanas.
Tan habitual era que la dirección de la empresa prefirió quitarse el problema de encima a golpe de talonario y de manera discreta.
Confiamos en que el mayor problema que sufra este personaje con el líquido elemento sea este que les rumoreamos.
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