Este profesional se fue un viernes a su casa, al terminar la jornada laboral, como otro inicio de fin de semana cualquiera. Al día siguiente, sábado, recibe una llamada del responsable máximo del departamento de Recursos Humanos, su jefe, comunicándole su despido fulminante. Tan fulminante que ni siquiera le dejaron volver a la oficina a recoger sus cosas. Parece ser que su forma de ser y trabajar –dinámica, imaginativa, activa, inquieta…- no cuadraba con la cultura corporativa.
La cosa ha tenido muy mala leche.
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