Casi no merece comentarios. Que en pleno siglo XXI la filial en España de una multinacional farmacéutica despida a una empleada por esta simple razón, haberse quedado embarazada sin haber contraído matrimonio, es como para echarse a temblar, sobre todo perteneciendo a una industria que en más de una ocasión ha estado y está en el punto de mira de la sociedad por prácticas, como mínimo, amorales, tanto desde el punto de vista de la investigación como el de la responsabilidad social.
En este caso el litigio no pasó a mayores, se arregló con un buen fajo de billetes – es un sector muy boyante – sin llegar al juzgado de lo social. Suerte que tuvo el laboratorio.
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