Dos empresas de trabajo temporal comparten un cliente importante, una entidad bancaria de referencia. Una de ellas presenta una nueva oferta de servicios bajando márgenes hasta la altura del betún para quedarse con todo el volumen a costa de perder dinero o, al menos, no ganarlo. La otra, mucho más seria y prestigiosa, que prefiere cobrar márgenes más altos para dar mejor servicio y hacer mejor labor, desiste de entrar en la subasta.
Conclusión: Una vez más el vil metal echa por tierra el concepto de calidad de servicio y el prestigio de un sector que lucha cada día por ser visto con mejores ojos.
Dos dudas surgen al respecto: ¿Bajará el banco las comisiones a sus clientes al haber conseguido precios ínfimos de su proveedor? ¿Qué pensará cierta “agrupación” al ver la guerra de precios en la que entran algunos para arrebatarle la clientela a un “primo hermano”?
Menos mal que todavía quedan empresas que prefieren echarse a un lado y no participar de prácticas muy cercanas al dumping empresarial.
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