Según nuestro confidente, y según alguna que otra mala lengua, este empleado le resultaba demasiado caro de mantener a esta conocida compañía teutona, y también resultaba demasiado caro el prescindir del mismo de la manera habitual. Además, sus resultados no eran los esperados y su departamento caía en picado. Tanto su actitud como su aptitud, contaban, dejaban mucho que desear.
Ni cortos ni perezosos decidieron cortar por lo sano, y cerrar el departamento en el que trabajaba este poco rentable trabajador –siempre desde el punto de vista de la empresa-.
Dentro de lo desagradable que es un despido, nos dicen que no le va mal a nuestro protagonista: se encuentra trabajando bajo el techo de una importante fundación, “cuyo carácter altruista permite mantener, si es necesario, a trabajadores poco productivos con altos emolumentos”.
Esperemos que las malas lenguas no se lo cuenten al patronato…
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