Según nuestro confidente, esta ilustre consejera tuvo que acudir, e interrumpir su día de asueto, a última hora del pasado lunes a cerrar las oficinas de su empresa.
Parece ser que, últimamente, el grado de desconfianza en la empresa es tan grande que, hasta ahora, los que tenían llave e, incluso, contraseña de la alarma, han dejado de tenerla y es la consejera delegada, personalmente, la que tiene que abrir y cerrar las oficinas al no fiarse de ninguno de sus trabajadores.
Esto indica el grado de “propiedad” que esta consejera siente, así como el grado de desconfianza hacia todos sus trabajadores, perdón, sus subalternos.
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