Según nos dicen, a la hora de pedir eran los más exigentes: necesito esto para hoy, cambia esto otro para mañana, anula aquello, pon esto… Pero a la hora de cumplir, la rigurosidad mostrada descendía a sus niveles más ínfimos.
Parece ser que este incumplimiento no procede de una mala práctica empresarial, sino de puntuales problemas financieros que se van haciendo cada vez más grandes y a los que nadie pone solución. Es la pescadilla que se muerde la cola en medio de un mar de olas.
Y es que uno sólo puede fiarse de los más grandes, porque luego pasan estas cosas. Eso sí, nadie nos ha hablado todavía de la calidad de sus procesos de coaching. Malo malo.
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