Se supone que, por esas casualidades que tiene la vida, coincidencias que ofrece el destino, la novia del vendedor de los test de aptitudes que se utilizaron en la oposición para cubrir plazas de un organismo público que maneja todos los años millones de euros, ¡oh casualidad!, consiguió la segunda plaza.
El hecho de que su por entonces novio fuera el que proveyera al organismo público de las preguntas que se realizaron en la oposición se entiende como una mera casualidad, ya que, al igual que en el antiguo servicio militar, el conocimiento se le supone.
El problema, una vez más, no está en la presunta escasa honradez del responsable sino en la empresa que permitió tener a personas sin ningún tipo de ética ni escrúpulos al frente de su área de producto.
Claro que, conociendo a su presidente, quien adulteró un informe de selección de su yerno, todo es posible en una oposición en la que se utilicen sus productos.
Los comentarios están cerrados.