En alguna que otra reunión, este insigne personaje tiene como costumbre llorar delante del resto de los consejeros argumentando lo mucho que les quiere, mira por sus intereses e, incluso, reza todos los domingos por ellos.
Lo que no se sabe a ciencia cierta es si sus rezos son para que no le lleven la contraria o para intentar con ello calmar los ánimos y alcanzar sus interesados y espurios objetivos, ya que lo que se sabe seguro es, según dice alguno de los consejeros, que las lágrimas son de cocodrilo y que el llorón es un magnífico actor.
Y es que hay muchos que son más falsos que Judas, por mucho que recen a diario.
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