Esta candidata, que optaba a un contrato en prácticas, hizo todo el proceso de selección por teléfono; incluso fue aceptada para el puesto y le fue comunicada la noticia también por teléfono.
Pero llegó el momento de acudir a la empresa, y la persona que había llevado ese proceso se dio cuenta, con gran sorpresa, de que su candidata era discapacitada visual, en un 65%, discapacidad que figuraba en su currículo y que habían pasado por alto –esto es lo de menos-.
Al comprobar que esta circunstancia podía echar por tierra su inmediato futuro profesional, intentó explicar a la empresa que podían conseguir bonificaciones por contratar a personas discapacitadas, sin resultado positivo.
La promesa de contratación se convirtió en un “ya te llamaremos”, luego en un “te cogeremos sólo para unas horas” y, finalmente, en “hemos cogido a otra persona”. Eso sí, aclararon a la desconsolada repudiada que habían cogido, en su lugar, a otra discapacitada.
Como nos gustaría contar con el consentimiento de la protagonista para poder desvelar este atentado flagrante contra la responsabilidad social corporativa.
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