Al igual que no le gustan los ruidos, tampoco le gustan las voces demasiado estridentes ni los colores muy chillones. Hace muy poco ordenó a una empleada bajar la voz porque le molestaba su tono desagradable. “Aquí se debe trabajar como si estuviera en una biblioteca”, le espetó.
Parece ser que, a cierta edad, el liderazgo ya no se aprende, y el carácter de algunos es difícilmente modificable. Según nos contaban ex trabajadores de la misma “biblioteca”, hace años la gente no se atrevía a levantar la vista del papel cuando estaba cerca este curioso bibliotecario.
Y es que algunos no han salido todavía del pleistoceno
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