La idea era muy sencilla y lucrativa. Ponían a un becario a dar la cara ante los potenciales suministradores de servicios, les pedían probar su manera de trabajar, estos aceptaban ante las buenas perspectivas de trabajo que se avecinaban y la prueba duraba hasta que los engañados se daban cuenta que la misma nunca se convertiría en un contrato real. Hasta que se descubría el pastel, los servicios prestados de manera gratuita representaban una importante cantidad de dinero.
Pero llegó un momento en el que el becario se enfadó, seguramente ante la falta de cumplimiento de las promesas de mejores condiciones laborales y económicas realizadas por sus propios jefes, y comenzó a descubrir la operativa de trabajo de su empresa a los engañados. Y el mensaje se trasmitió rápidamente. Desde entonces, parece que la empresa ha perdido algo de notoriedad en el mercado de los recursos humanos, aunque ni mucho menos ha dejado de existir.
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