Cantar en público no es santo de devoción de todos. Pero si a una alta posibilidad de hacer el ridículo le añades un grupo de amigos de confianza, alguna cerveza y las canciones más horteras de la historia española, todo se compensa. Así fue para este director de RRHH, que asistió por primera vez en la vida a un karaoke y regresará en cuanto tenga ocasión. Llevaba mucho tiempo sin divertirse tanto y ha descubierto que cantar y entonar bien no son requisitos estrictamente necesarios para ir a un karaoke. Solo necesitas amigos y olvidarte de que la gente de alrededor tiene oídos.