Es tal su tono de voz monótono, constante y a un volumen bajo que simplemente con una pequeña charla ya te entran ganas de dormir. De hecho, el interlocutor le comentaba a sus compañeros que, tras su charla con nuestro protagonista, le habían entrado ganas de echar la siesta… ¡en plena mañana!
¡Tocará hablar con él en una noche de insomnio!
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