Cuando se quiere inventar la rueda lo único que se consigue es un sonoro fracaso. Cuando se lleva a cabo un evento caduco, trasnochado, en un reino de taifas en el que cada uno quiere ser más que el otro y todos quieren mandar y mangonear, lo normal es que acabe en desastre.
Como este susodicho congreso que batió un record difícil de igualar: hubo más ponentes que asistentes.
Lo sentimos por los patrocinadores que han tirado su dinero.
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