Su pasión por este dulce es tal que siempre que realiza un viaje que le acerca a La Mancha tiene una parada obligatoria en La Roda. Da igual que llueva, truene, nieve o que el reloj se le eche encima, siempre tiene que cargar con su caja de Miguelitos.
Eso sí, siempre se acuerda de sus compañeros, es dejar la caja en la oficina y tardar 5 minutos en vaciarse. Y es que… ¿a quién le amarga un dulce?
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