No es porque la empresa vaya mal, sino todo lo contrario. No es porque no haya una buena política de capital humano, sino al revés. No es por necesidades económicas, sino por paradoja.
El caso es que, a día de hoy, este gran profesional de los recursos humanos se ve en la obligación de prescindir de un número importante de sus trabajadores y los amigos que saben lo tristemente ocupado que está le han puesto este cariñoso apelativo.
Y, entre despido y despido, su handicap de golf subiendo por la inactividad obligada de horas y horas en el despacho haciendo algo que no le gusta.
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