No toma alcohol, ni pan en las comidas, ni siquiera café con sacarina. Es una fiel seguidora de la dieta mediterránea y del deporte, pero cuando le ponen delante un pedazo de suflé, con vainilla, con azúcar quemada o con nata, no puede resistirse.
Aunque, como ella dice, tenga que subir las escaleras de la oficina hasta su despacho, en lugar de coger el ascensor.
«Se quema y asunto arreglado». Dulce capricho…
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