No es que sus trabajadores sean miembros de los programas rosas de la televisión, ni que entre sus directivos haya famosos. Lo que sucede para recibir tan televisivo nombre es que, cuando se reunen para ver como está la situación de la empresa, son tantos los gritos, los elevados tonos de voz con los que dialogan, que más parece un capítulo de Sálvame, que una reunión del sector de los RRHH.
Eso sí, entre ellos, no sólo se llevan mejor que los de la televisión sino que, además, cuando la jefa manda silencio, todos obedecen debidamente ya que las aguas nunca salen de su cauce.
Y es que el buen rollo no está reñido con la exaltación y la potencia comercial.
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