Que lo está pasando mal es algo sabido. Que el personal de su filial española no tiene ninguna culpa de los desastres que han organizado sus anteriores propietarios, también. Que el cambio de consejero delegado, la entrada como elefantes en una cacharrería de los emisarios de la central ha hecho más daño que otra cosa, por supuesto.
Pero que, además, se dediquen los nuevos gestores a cambiar de sitio a los trabajadores fieles, altos directivos humillados, secretarias de alta dirección degradadas a oficinas, todo ello con una clara intención de provocar mobbing, es algo que, seguro, les va a llevar hasta los juzgados de los social.
Y no les va a salvar ni el mismísimo Espiritu Santo.
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