7 de noviembre de 2024
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Jorge Viejo, Responsable de RRHH de Arup, ganador del 9º Premio Literario RRHH Digital

Jorge Viejo, Responsable de RRHH de Arup, ganador del 9º Premio Literario RRHH Digital

ganador 9 premio literario

Tras una votación muy ajustada, ayer se entregó la novena edición del Premio Literario RRHH Digital, un encuentro ya tradicional de nuestro periódico. 

Una vez más en el restaurante Casa Lhardy de Madrid, y gracias al patrocinio de Psicosoft y la colaboración de BMW Madrid, se celebró el almuerzo con los miembros del jurado y los tres finalistas. 

Jorge Viejo, responsable de Recursos Humanos de Arup, con su artículo El Proceso, se llevó este galardón tan especial y con tanta solera en el sector de los recursos humanos. Sonia Jadraque, directora de Recursos Humanos de Hyundai, ganadora de la edición anterior, le dio el testigo al nuevo y emocionado ganador. 

En breve les ofreceremos el video resumen del evento con las opiniones de los asistentes. De momento, un adelanto. Disfruten del artículo ganador:

El proceso 

Le hicieron pasar a una sala donde ya estaba ella sentada, con la mirada de cordero en los ojos. Se saludaron educadamente, y él se sentó junto a ella, sin saber donde poner las manos ni donde dejar la carpeta en la que había traído su currículum. 

– ¿Vienes también para el proceso? – preguntó él, incapaz de mantener por más tiempo el silencio de la sala. 

– Sí, si. Tengo entrevista en unos minutos. Bueno, se supone, porque aquí… – respondió tímidamente, dejando la frase en el aire. 

– Vaya, ¿llevas esperando mucho? – Más de lo que me hacen esperar en otros sitios, desde luego. – no perdió su timidez pese a la queja. 

– Soy Adrián. 

– Marta. Encantada. 

La pared de enfrente volvió a convertirse en lo más interesante del mundo, captando la mirada fija de ambos. Se había roto el hielo, pero los dos estaban demasiado nerviosos para seguir la travesía. Adrián la miraba de reojo, pero no quería molestar a Marta, seguro de que debía estar repasando mentalmente posibles respuestas a las preguntas que les harían en minutos. Igual que él, pensó. Aunque se dio cuenta de que aquello no le relajaría, y sí el tener una conversación con Marta, decidió no molestarla. 

Por fin se abrió la puerta, y una voz dijo su nombre. Se levantó, recogió la carpeta con su cv que había finalmente dejado en el asiento de al lado, musitó un “suerte” para que solo pudiera oírlo Marta, y se marchó a responder las preguntas que le habían hecho ya mil veces. Después de una hora salió de la entrevista con la sensación de haber terminado un examen, y sin demasiadas ganas de revisar cada respuesta, cada gesto. Dejó su tarjeta de visitante en la recepción del edificio, y al salir a la calle no pudo dejar de sorprenderse al verla. – ¿Ya has terminado? ¡Ha sido más breve que la mía!

 – Hola. No, que va. ¿Puedes creértelo? Después de esperar un rato me han dicho que no podrían entrevistarme hoy, que lo sentían mucho, pero que había surgido un imprevisto y que si podía volver mañana. 

– ¿En serio? ¿Qué raro, no? 

– Sí. Es raro. Se me ha quedado cara de tonta. Pero… volveré mañana, supongo. 

– Claro. Es un buen sitio.

 – Sí. Oye… ¿te apetecería tomar un café? Así por lo menos nos relajamos un poco los dos antes de volver al mundo real. – Claro, ¿por qué no? ¿Vamos ahí mismo? 

– ¡Perfecto! Aquel bar nunca había salido en las guías para turistas. – Me habías dicho con leche, ¿verdad?

 – Sí, gracias. – Pues no sé si estoy de acuerdo con eso que dices. 

– ¿El qué? 

– Lo de que ha sido un truco para ver tu interés, y si de verdad te apetece fichar por la empresa. No sé, suena demasiado retorcido.

– Quizá –dijo Marta- Pero esta compañía no me da demasiada buena espina. Ciertamente, todo lo qué sé sobre ella es muy bueno, pero quizá demasiado. Como si estuviera programado. ¿No tienes esa sensación? 

– La verdad es que no. Su trato siempre ha sido amable conmigo, y lo poco que he podido ver me ha gustado. Seguramente tengan sus cosas, como todas las empresas, pero no me llevo la sensación de que sean solo fachada. 

– ¿Escuchaste aquello de que parecían implicados en un tema de sobornos en Marruecos? 

– Sí, si. Leí las noticias, sobre todo después de recibir la llamada para la entrevista. Pero me pareció más un caso puntual que algo generalizado. Me gustaron las medidas que tomaron para cerrar el caso. Y puedo asegurarte que si no fuera así, no estaría aquí hoy.

– Ya veo. –Marta parecía contrariada-. Yo voy a intentar aprovechar la situación, y sacarles todo el salario que pueda. Voy a usar todas las armas posibles. 

– Bueno, es una estrategia. La verdad es que mi interés no va por ahí. Va más por el tipo de trabajo que ofrecen, el ambiente… – Ya, claro, pero nadie trabajamos gratis. 

– No, por supuesto que no. Pero no será mi primera preocupación. 

– ¿Ah, no? ¿Y cual sería? 

– Pues sobre todo que sea un sitio donde pueda ser escuchado, que confíen en mí, que me hagan desarrollarme. No sé. Un sitio donde pueda aportar. 

– Mira que eres raro –dijo Marta con una media sonrisa-. Oye, no te quiero quitar mucho tiempo, gracias por quedarte un rato. Ya se me ha ido el cabreo… 

– No te preocupes, encantado. Y… mucha suerte en la entrevista mañana. 

– Muchas gracias, Adrián. Se dieron dos besos y se despidieron. En la calle ambos se dieron cuenta de que no habían pagado los cafés, pero Marta con un gesto dijo que se encargaba ella, y entró de nuevo en el bar. Adrián siguió su camino, pensando si aquel sería en el futuro el bar donde desayunaría cada día. A los diez días recibió la llamada. Le aseguraban que le iban a enviar a su correo electrónico la oferta para incorporarse. Había sido seleccionado en el proceso, y estarían encantados de que formara parte de la compañía. Le pidieron que acudiera con la oferta en mano el martes siguiente, a mediodía, a las oficinas, para reunirse con Recursos Humanos y poder cerrar todos los detalles. La llamada se cerró con un “enhorabuena”, que le hizo a Adrián consciente de que aquello era real. Había sido seleccionado. 

El martes siguiente, a mediodía, Adrián se presentó con su mejor traje y con una carpeta con la oferta firmada. Pidió en recepción hablar con Recursos Humanos, y le instaron a esperar en la salita en la que ya había esperado unos días atrás. Qué diferente era todo. Ahora aquel lugar parecía familiar, Adrián conseguía descifrar un encanto a aquellas cuatro paredes desnudas. Ya había estado allí, y a partir de ese momento iba a ser su casa, su otra casa. Se sintió cómodo por primera vez. Se abrió la puerta, y por ella apareció Marta. Marta. Se acercó a él, le saludó dándole la mano, y presentándose de nuevo. “Soy Marta Almaraz, de Recursos Humanos. Bienvenido, Adrián”. 

Se quedó mirándole fijamente a los ojos, esperando su reacción. Adrián era incapaz de cerrar la boca por la sorpresa. Adrián entendió. Supo que aquella entrevista formaba parte de un proceso aún mayor, del que también formaba parte Marta. La espera en aquella misma salita, el café de después. Todo aquello era parte de la evaluación que hacían de él como persona. Marta le sonrió. “Adrián, hiciste la entrevista perfecta. Solo queríamos asegurarnos de que no era una actuación. Te puse cebos durante nuestro café para ver si picabas, pero siempre me devolviste las respuestas correctas.

 Enhorabuena”. Algo cambió en Adrián. Se sentía engañado, usado. Aquello no había estado bien. Era una falta de confianza por parte de la empresa, y él, tonto de él, se había dejado manipular. Se sentía contrariado, contradictorio. No sabía qué decir. Peor aún, sabía lo que tenía que decir, pero no se atrevía a hacerlo. Soltó la mano que aún tenía amarrada a la de Marta. Resopló. “Marta, lo entiendo. Sé lo que has hecho. 

Sé que habéis hecho lo que consideráis necesario para saber si yo soy la persona adecuada para vuestro equipo. Y me alegro que penséis que yo pueda encajar en el mismo. Pero estáis equivocados. No soy la persona adecuada, porque no quiero formar parte de este equipo. No quiero ser parte de una empresa que la primera interacción con uno de sus empleados se diluye entre engaños. No soy la persona adecuada, porque yo quiero tener una relación de honestidad con mis compañeros, y desde el primer momento veo que eso aquí es imposible. Yo tengo también mi proceso de selección, Marta, y no sois la empresa en la que me gustaría trabajar. Hay otras candidatas que se ajustan más al perfil de lo que estoy buscando.” No esperó una respuesta de Marta, pues no la necesitaba. Cruzó la calle y fue al bar que ya conocía. El café le supo distinto esta vez.

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