El pensamiento crítico, clasificado en quinto lugar dentro de las principales competencias para el futuro por el Foro Económico Mundial, se va a convertir en una habilidad social ineludible, a pesar de que siempre ha provocado suspicacias en las organizaciones, debido a la gran estima que se otorga a la lealtad. Alexandra Didry, directora de I+D de PerformanSe, explica qué es y cómo desarrollarlo…
Pregunta. Por cierto… ¿qué es el pensamiento crítico?
Respuesta. El pensamiento crítico es un pensamiento prudente, reflexivo y racional. Consiste en un proceso consciente, deliberado e intencionado y, por lo tanto, constituye una alternativa a los procesos habituales, a menudo más intuitivos. Como tal, el pensamiento crítico es también más «costoso» en términos cognitivos, más exigente, requiere retrospectiva, tiempo y esfuerzo. No es una inteligencia «algorítmica» – como la que se mide con el coeficiente intelectual -, sino más bien una aptitud para evaluar situaciones de manera precisa, tomar las decisiones correctas…
P. ¿Por qué ahora ha vuelto a acaparar la atención?
R. Porque la agilidad que las organizaciones necesitan para adaptarse a los cambios cada vez más rápidos requiere una flexibilidad y una agudeza especiales. ¡Incluso cuando el exceso de información disponible y la exigencia de rapidez nos empujan a razonar de manera equivocada! El pensamiento crítico se convierte así en la competencia necesaria para tomar las decisiones correctas en contextos cambiantes y agobiantes.
P. ¿Cómo puede detectarse?
R. Hay diferentes maneras de identificarlo, ya que se compone de competencias cognitivas y de actitudes. Así pues, tiene que ver, por supuesto, con las capacidades de razonamiento y de resolución de problemas (la capacidad de distinguir entre hechos y opiniones, de evaluar los argumentos y de sacar conclusiones correctas). Corresponde también a atributos específicos de la personalidad (apertura y madurez de juicio sobre todo), pero también a un cierto tipo de actitud intelectual (habilidad para hacer preguntas, confianza en la propia lucidez)…
«El pensamiento crítico se compone de competencias cognitivas y de actitudes.»
P. ¿Cómo puede desarrollarse?
R. Para alimentar el pensamiento crítico en sí mismo, es importante -creo yo- cultivar una actitud de humildad ante los temas que nos preocupan, desarrollando al mismo tiempo una verdadera capacidad de cuestionar las ideas preconcebidas: aprender a investigar, diversificar y cruzar las fuentes de información, evaluar la calidad de los argumentos y la corrección de los razonamientos…
Finalmente, también es importante ser crítico… ¡con el propio pensamiento crítico! para saber cuándo es necesario activarlo (porque es costoso en términos de recursos internos), y también cuáles son las situaciones -ricas en tensión o emociones, por ejemplo- en las que el riesgo de sesgo cognitivo es importante.
P. ¿Y cómo se le puede dar voz en las organizaciones?
R. Se trata de una cuestión fundamental, porque el pensamiento crítico se opone, de hecho, a muchos de los hábitos que priman en las organizaciones clásicas: la obediencia, el respeto de las normas, los procesos y la jerarquía, los juegos de alianzas e influencias, la exigencia de acción rápida, etc. El desarrollo del pensamiento crítico requerirá, por lo tanto, apertura y madurez por parte de la dirección, así como cierto grado de libertad y confianza, pero también una forma e intención de calidad para poder ser acogido. En cualquier caso, resulta esencial no convertirlo en una competencia esperada en la organización… ¡a no ser que creemos primero las condiciones para que sea bien recibido allí!
«Resulta esencial no convertirlo en una competencia esperada en la organización… ¡a no ser que creemos primero las condiciones para que sea bien recibido allí!»
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