26 de diciembre de 2024

El «Everest» del futbol mundial

El lugar más alto del planeta azul es mucho más que una imponente montaña cubierta de  hielo. El monte Everest – considerado el techo del mundo con sus 8.844,43 metros  de altura –  no pierde su poder de atracción. Es el podio reservado para una clase especial de seres humanos – personas que saben transformar dificultades en victorias memorables. En las inmediaciones del pico de la montaña, cada paso es una decisión – solitaria y arriesgada – que exige conocimiento, coraje, experiencia, determinación, autocontrol  y  fe inquebrantable en la superación del mayor obstáculo para el ser humano – la persona misma.   

El local más ambicionado por los amantes del alpinismo es, como una paradoja, el más agreste y aislado de la tierra. La permanencia humana en ese local sólo es soportable por poco tiempo, consagrando la realidad de que la clave del éxito se encuentra en la caminata, no en la llegada. Una reflexión sobre el montañismo puede dejar lecciones ejemplares para todos aquellos que buscan una carrera exitosa y duradera. La Copa del Mundo es, sin duda alguna, el Everest del fútbol mundial. Este deporte tiene la magia de ofrecer oportunidades, para que los niños de la periferia apliquen “gambetas” sensacionales a la pobreza y se conviertan en ciudadanos del mundo.  

A pesar de existir clubes que poseen excelentes infraestructuras, la cuna natural de los jugadores continúa siendo los baldíos de tierra en los barrios periféricos de las ciudades. Ahí, un grupo de adolescentes, sin camisas y descalzos, corren atrás de la pelota y, naturalmente, de su mayor sueño – vestir la seductora camiseta de la selección de su país. Descubrir las ventajas que el marketing deportivo puede dar en el mundo de los negocios, llevó a los clubes a la profesionalización de la gestión. Planificación estratégica, comisión técnica multidisciplinaria, inversiones en infraestructura física y excelencia en recursos humanos, son ingredientes de la receta indicada para conquistar títulos. El deporte, y el arte, son  segmentos extremamente democráticos, pues dan oportunidades (iguales) para que las personas puedan revelar y desarrollar  su potencial.

La realización de la Copa del Mundo en Fútbol es el evento deportivo más atrayente del planeta, pues pone en movimiento todos los segmentos de la sociedad, hasta el religioso. Oraciones de los “hinchas” y promesas de jugadores, son costumbres habituales. Atraídos por los euros y los dólares, los jugadores han cambiado de clubes, y hasta de continentes, con mucha facilidad, al mismo tiempo en que cuidan de su salud física y se perfeccionan en los fundamentos esenciales de la profesión. Son los atletas globales, jóvenes que consiguieron hacer de sus excepcionales habilidades un medio para ganar salarios que causan envidia a  ejecutivos de grandes empresas.

Adquirieron conciencia de que dependen de su desempeño en las canchas y de la contribución efectiva que deben dar para la conquista de títulos para sus equipos. En el deporte de alto rendimiento, la evaluación de desempeño sucede, “en vivo y en colores”, por la comisión técnica, por los profesionales de las comunicaciones y, principalmente, -por aquella que contribuye con los elevados saldos bancarios de los jugadores- la apasionada “hinchada”. Delante de esa realidad vale la pena enfatizar que cada trabajador, independientemente de la función que ejerza, debe considerarse presidente de la empresa más importante del planeta – él mismo.

El capital de cada uno de nosotros es nuestro propio potencial – capacitación técnica, conducta ética y habilidades eclécticas – valores agregados que llevan a la concreción de nuestras metas, ideales y, hasta de nuestros sueños. El éxito (sustentable) de una carrera depende de la visión estratégica de la actividad en que se actúe. Esa percepción ha sido el  pasaporte para que ex-jugadores se transformen en técnicos, jóvenes-propaganda, comentaristas, empresarios y, hasta incentivadores del Tercer Sector.

Estamos convencidos que los ejecutivos que tengan la osadía, y la humildad, de crear esa cultura emprendedora en sus empresas, estarán  alcanzando el pico del “Everest organizacional”.

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