A veces uno tiene suerte en la vida. A veces nos topamos con gente que son un regalo para la existencia de los demás, un obsequio para los grupos en que se integran, una dádiva para las organizaciones que los saben buscar e incorporar en sus equipos. A este tipo de personas (¡ojalá seas tú una de ellas!) las suelo llamar como indico en el título: son un Ambipur. Supongo que todos recordamos cómo eran los ambipures hace unos años, aunque ahora la tecnología los ha transformado; eran una sustancia gelatinosa que tenía dos virtudes: por un lado, absorbían los malos olores, y a su vez desprendían gratos y frescos aromas.
Pues a lo largo de mi vida profesional he podido topar con personas que tienen esta característica: tienen la capacidad, cuando están en un grupo, de «absorber» el mal ambiente, la negatividad, las tensiones, los conflictos, y «desprender» positividad, buen clima o, como se dice más ahora, buen rollo. Buscan construir en armonía y disfrutar en el viaje compartido. Sirven de nexo y de «pegamento» para la cohesión del grupo. Ayudan, con su actitud, a crear sentimiento de equipo y a que los demás cumplan con su objetivo.
Estas personas no tienen precio para los grupos humanos. Son elementos de un gran valor para la vida de los grupos. Cuando hablamos de modelos de Trabajo en Equipo, decimos que un grupo, para convertirse en equipo de alto rendimiento, ha de tener en su máximo nivel dos tipos de energía: la energía emocional y la energía funcional. Ésta hace que el grupo se oriente y organice hacia un objetivo, y es condición necesaria para la consecución de resultados; la primera sirve para dotar de energía, fluidez y sinergia a la actuación del equipo. Aquí es donde más aportan este tipo de personas, facilitando que la marcha del grupo hacia el objetivo sea armónica y grata para sus miembros. En ocasiones los ambipures son capaces de aportar no sólo en lo emocional, sino también en lo funcional: estamos entonces ante los mejores líderes posibles, ese tipo de jefes con los que a todos nos gustaría trabajar. Todo un lujo.
Hay cuatro características esenciales en estos compañeros: generosidad en su entrega, lealtad con sus condiscípulos, proactividad a la hora de colaborar y aportación de soluciones para avanzar. Frente a ellos (¡ojalá no te topes con ellos!) están los elementos tóxicos para los equipos. Estos personajes son capaces de emponzoñar en la vida del grupo y generar un ambiente de tensión e incluso confrontación en el grupo que perturba tanto el clima como la consecución de resultados del conjunto. Les caracterizan también otras cuatro propiedades: su ego, que ponen por encima de todo y de todos; su exaltación de las divergencias y búsqueda de conflictos; su desconfianza y, finalmente, su aportación continuada de quejas. Éstos, en ocasiones, son incluso capaces de acabar con el grupo, que acaba disgregándose. El Ambipur, contrariamente, genera espíritu de equipo, cohesión y sentido de pertenencia. Y no se le olvida que hay que conseguir resultados, pero los busca con otros, y gracias a otros.
Seguramente los éxitos deportivos de algunos equipos o de algunas de nuestras selecciones nacionales han tenido relación con la existencia de alguna o algunas de este tipo de personas en sus vestuarios. Pueden o no ser los mejores técnicamente, pero con su aportación logran que el conjunto sí dé lo mejor que tiene. ¿Qué decir de deportistas como Pepe Reina, el tercer portero de la selección española de fútbol? ¿Cuánto aporta al equipo su humor y positividad?. Como historia singular relacionada recomiendo brujulear por internet para conocer la historia de los Red Sox, el equipo de baseball de Boston quienes, después de quedar los últimos el año anterior, en el más reciente fueros campeones de liga. Y todo empezó porque uno de sus miembros, un ambipur, se dejó barba, lo cual se extendió a todo el vestuario como símbolo colectivo de confabulación para el éxito. Este nuevo look se convirtió en el icono no sólo del vestuario sino de la afición: muchos hombres se dejaron barba y otros (¡incluidas las mujeres!) se hacían barbas para ponérselas al ir a ver a su equipo. La iniciativa de una de estas joyas había contagiado a todo un equipo y toda una ciudad.
La Colaboración que generan e incitan está en la base del éxito de los equipos y de las empresas. Esa sinergia colectiva que produce la colaboración marca la diferencia. Remedando al gran maestro Bruce Lee, sólo me queda decir para acabar: «Be Ambipur, my friend».
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