Lamentablemente, la previsión y la visión a largo plazo no son virtudes innatas de las sociedades latinas. Carpe Diem, acuñamos siglos atrás. Y aún menos en momentos complejos para las familias y empresas azotadas por la crisis y la necesidad de hacer frente a sus obligaciones exigibles a corto plazo.
Los sistemas de previsión social complementarios a la Seguridad Social, que deberían complementar nuestras futuras pensiones en el momento de la jubilación, invalidez o fallecimiento, no son reconocidos, ni lo han sido nunca, como una necesidad reinante del conjunto de la sociedad. Ni si quiera con la voluntad de que su expansión fuera masiva a través de las empresas a finales de los años 80, hemos conseguido que ninguna de las partes afectadas, empresas, trabajadores y sus respectivos representantes, ponga el foco de atención en este tema tan espinoso e incómodo en muchas tertulias.
Los últimos en denunciar esta situación han sido la Comisión de Expertos para la reforma del sistema tributario a través del ya conocido como Informe Lagares. Por lo que respecta al ahorro a largo plazo, la Comisión cree necesario mantener el actual tratamiento fiscal de los fondos de pensiones, dado el fuerte ritmo de envejecimiento de la población de nuestro país, la reciente reforma del sistema de pensiones y la ausencia de sistemas de pensiones privados alternativos al de carácter obligatorio, limitándose a proponer algunas medidas para ampliar la competencia entre los instrumentos que canalicen este ahorro.
Pese a esta imperiosa necesidad, y la voluntad desde varios sectores de promover este tipo de instrumentos, la última contestación del Gobierno ha sido gravar las cotizaciones sociales de las aportaciones realizadas a los diferentes instrumentos aptos para canalizar los compromisos por pensiones a través del aún polémico Real Decreto Ley 16/2l013.
Sin embargo, tenemos que reconocer que el principal obstáculo para el desarrollo de la previsión social complementaria es la ignorancia de los ciudadanos, alimentada por el discurso político. Durante el últimos decenio, la garantía del sistema público de pensiones era un dogma innegociable e indiscutible, siendo acusado de catastrofista y mal patriota cualquier voz que quisiera realizar sus aportaciones a favor de la introducción de medidas que garantizaran la viabilidad y sostenibilidad del sistema público.
La ignorancia sólo se combate con concienciación, sensibilidad y transparencia. Sería deseable que las personas recibirán una información anual de pensiones que integrara todas las prestaciones que podría percibir en el caso de producirse cualquiera de las contingencias cubiertas, tanto públicas como corporativas y así poder planificar su previsión privada. Sin duda, la conciencia del déficit entre los ingresos en situación de actividad y una vez jubilado o declarado inválido animaría a los empleados a ahorrar durante su vida laboral para reducir esta brecha.
Desde la Administración ya se están dando algunos pasos en esta dirección. Se está elaborando un Real Decreto que tiene por objeto la regulación del contenido de la información, procedimientos y plazos para hacer efectivo el acceso de los trabajadores a una información personalizada sobre su futuro derecho estimado a la jubilación ordinaria de la Seguridad Social así como sobre los instrumentos de carácter complementario o alternativo que contemplen compromisos por jubilación. La información sobre futuros derechos a pensión de jubilación ordinaria del sistema de la Seguridad Social se extenderá, inicialmente, a los trabajadores con 50 o más años de edad.
Mi reflexión es, ¿no será demasiado tarde? Despertar conciencias a los 50, donde presumiblemente tendremos que financiar en cada año que nos quede en activo un año de pasivo, será una tarea imposible para aquellos que no hayan sido conscientes de esta realidad con anterioridad.
Es innegable la situación de conflicto social que puede crearse en un futuro si todos no tomamos cartas en el asunto. Y más aún en una realidad donde la esperanza de vida crece año y tras año y las necesidades económicas derivadas de situaciones de dependencia serán cada vez más elevadas.
¿Por qué no educamos y formamos de estos temas a los chicos y chicas en los últimos años de educación obligatoria junto con otras tareas como la negociación de la hipoteca o la lectura de un recibo de la luz?¿Por qué no involucramos a los medios de comunicación en esta labor de sensibilización y transparencia del sistema de forma rigurosa, realista y, al mismo tiempo, optimista?¿Por qué no convencemos a las empresas para que incluyan en sus paquetes de compensación total sistemas de previsión social complementaria voluntarios, con constantes programas de sensibilización de la necesidad de disponer de un salario diferido para diferenciarse y atraer al mejor talento?
Estas propuestas pueden parecer un brindis al sol en un momento como el actual donde la renta disponible es muy reducida, no sólo para ahorrar, sino para vivir el presente. Siendo cierto, la realidad del presente no nos puede eximir de conocer las obligaciones infalibles del futuro. Sabiduría popular: “Pan para hoy, hambre para mañana”. Concienciémonos.
1 comentario en «El futuro que nos espera»
La cultura del «papa estado proveerá», la tenemos grabada en nuestro adn desde varias generaciones. Y eso, estoy de acuerdo con el artículo, solo se combate y se corrige con información. Lo que mas me preocupa es precisamente esa juventud y no solo española, que desprecia de alguna forma la recaudación a la Seguridad Social, no concediendole la menor oportunidad. Están seguros de no cobrar pensión futura, y por tanto no ven la importancia de cotizar . Nuestro sistema se basa en la contribución: yo cotizo para las pensiones actuales y mis hijos cotizarán para las mías. Si los jóvenes cesan de cotizar el sistema público se caerá solo de golpe y porrazo… Solo la información personalizada, pero también las campañas institucionales podrán salvar el caos.
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