Hace tan sólo un par de semanas preparando mi participación en un seminario sobre el desempleo juvenil volvió a caer en mis manos el libro de Jeremy Rifquin cuyo título es idéntico al que encabeza la presente entrada.
Aunque ya un poco antiguo (la edición española es del año 1996) el libro es interesante en la medida que ponía (hace ya casi 20 años) encima de la mesa el mensaje de que “La era de la información ha llegado” y consecuentemente el momento en el que el trabajo probablemente iba a dejar de ser la base sobre la que se fundamentaría la vida humana.
Afirma Rifquin que en los próximos años (no se si se refería a los 17 que ya han trascurrido o hablaba de unos cuantos más) nuevas y más sofisticadas tecnologías informáticas basadas en la información y en el empleo de los ordenadores llevarán a la civilización a situaciones cada vez más próximas a la desaparición del trabajo. En este contexto serán necesarios implementar grandes cambios en el concepto del rol y de las responsabilidades de millones de personas pertenecientes a una sociedad carente de empleo masivo formal.
Lo que, desde mi punto de vista, pretendía el autor era demostrarnos que estábamos iniciando una nueva fase de la historia que se caracterizará por la desaparición de lo que entendemos por trabajo en nuestra actual cultura socio-laboral. El riesgo que el autor planteaba es el de que la mayoría de los trabajos que hemos conocido en los últimos 50 años iban a desaparecer y que nos dirigimos a un mundo polarizado en dos tendencias potencialmente irreconciliables. Una élite bien informada que controlará y gestionará la economía y, por otro lado, una masa de individuos con pocas expectativas de futuro y aún menos esperanzas de conseguir una trabajo aceptable en un mundo cada vez más automatizado. A alguien le suena…..
En su libro Rifkin propone la necesidad de encontrar nuevas alternativas al concepto tradicional de trabajo a través de nuevas formas de generación de ingresos. “Ahora que progresivamente el valor del producto hecho por el hombre tiende a ser más insignificante e irrelevante, se deberán explorar nuevas formas de definir el valor de la persona y de las relaciones humanas”.
No se si, como ya he indicado, han pasado suficientes años para que las previsiones de Rifkin se cumplan, pero me atrevo a afirmar, que más allá de la crisis puntual en la que actualmente estamos, las tendencias que apunta se están consolidando y probablemente convirtiéndose ya en uno de los mayores retos que tenemos por delante en estas primeras décadas del siglo XXI.
Termino esta nota invitándoos a acceder al enlace siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=6Ur1oYnIzNI
Los comentarios están cerrados.