RRHH Digital Hace 80 años, Adolf Hitler alcanzaba la presidencia del gobierno alemán. Su ascenso estuvo rodeado de maniobras infames y comportamientos torticeros. Mal acabaría lo que había comenzado mal: millones de personas pagarían con su vida el advenimiento de aquel pintor fracasado a un puesto que le superaba por completo.
A una escala infinitamente menor, gracias a Dios, se repite con frecuencia que alguien sin preparación alcanza posiciones que nunca debería haber ocupado. ¡Cuántos ejemplos vienen a la cabeza de determinadas organizaciones y muchos más del ámbito de la política contemporánea!
Entre las causas que explican este triste fenómeno se encuentra el que se haya difundido la especie de que a gobernar se aprende gobernando, como por ósmosis. A nadie se le ocurriría proponer que a operar un cáncer de colon se aprende operando esa enfermedad nada más llegado a un quirófano. Previamente -todo el mundo lo asume- habrá que recorrer un camino de desarrollo tanto teórico como práctico para que el cirujano acierte con el paciente.
En el estudio comparativo que Andrew Roberts escribió sobre los motivos que condujeron al éxito de Churchill sobre la Alemania nazi se incide insistentemente en la experiencia que el británico había acumulado. Sólo así se entiende que cuando EE.UU. y Alemania se declararon la guerra, Churchill clamara: -¡Hemos ganado!, a pesar de que todavía sería dura la pelea; mientras que el inconsciente cabo bohemio pensaba que se iba a merendar a los norteamericanos.
La práctica sin teoría esciega; la teoría sin práctica resulta estéril. Prepararse a gobernar no es un capricho, es una imperiosa obligación que evita errores que con suficiente ilustración pueden ser soslayados.
Llevo años contribuyendo, junto con otros profesionales, a la formación de miembros de Comités de Dirección, y, en general, de directivos. Por eso, cuando Bureau Veritas Business School, me propuso el diseño de un Programa Superior de Liderazgo, mi respuesta fue inmediatamente afirmativa.
Parte de las habilidades comportamentales precisas para convertirse en un líder habrán de ser asimiladas mediante hábitos, y por tanto con repetición de actos. Especificar cuáles son las habilidades y encuadrarlas con visión estratégica dentro de la formación que un líder ha de poseer reclama una preparación teórica previa.
Dirigir personas y organizaciones es una ciencia artística en la que han de mezclarse de continuo conocimientos teóricos con los imprescindibles adiestramientos. Cuando alguien inicia el sendero de la formación se genera un círculo virtuoso en el que cuanto más sabe más entiende y más mejora. Por el contrario, en aquellas organizaciones o entornos en los que no se fomenta el aprendizaje se presenta el terrorífico círculo vicioso: menos se sabe, menos se desea aprender, más gañán se torna quien gobierna y más mediocres son los mandos intermedios que anhelaincorporar.
El reto de la excelencia debe plantearse en todos y cada uno de los ámbitos de una organización, pero de forma destacada en el modo en que quienes acumulan responsabilidades se preparan para ejercerlas.
Los instrumentos para el aprendizaje del liderazgo son variados: el estudio es sin duda uno. Hacerlo, además, en foros en los que otros también pueden aportar sus sugerencias parece particularmente aconsejable. Y eso es lo que Bureau Veritas Business School pretende.
Una vez dominados los conceptos clave será el momento de que quien aspire a desarrollar sus habilidades directivas localice un buen coach que le abra nuevas sendas hacia la cima. No será de la misma altura para todos, pero sí ha de ser la máxima posible para cada uno.
Llegar a ser persona es un reto apasionante dentro del cual se incluye el mayor desarrollo posible de todas las potencialidades que cada uno incuba dentro de sí. Entregar lo mejor de nosotros mismos en servicio a la sociedad y a los demás es lo que de verdad permite transitar hacia la felicidad.
Explicaba Aristóteles en Ética a Nicómaco (LID) que el despliegue de las capacidades espirituales de cada uno fundamenta la plenitud del ser humano. Quien pueda llegar a ser un gran líder sólo será colmadamente persona en la medida en que ponga todos los medios para realizar una completaexpansión de esas posibilidades.
La mediocridad no es alternativa.
En tiempos como los actuales, semejantes en tantos aspectos a otros periodos salvo en que recibimos más noticias de innumerables comportamientos disparatados, deberíamos ponernos como objetivo ser técnicamente valiosos, humanamente tratables y éticamente decentes.
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