22 de noviembre de 2024
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¡Qué la Fuerza te acompañe!

¡Qué la Fuerza te acompañe!

RRHH Digital «Que la Fuerza te acompañe» es una de las frases más célebres del cine, según la clasificación que el American Film Institute (AFI) estableció en 1998 para celebrar los cien años del cine en Estados Unidos. La trilogía daría mucho de sí para debatir, por ejemplo, acerca del paso al lado oscuro. Personajes crueles y despiadados que un día fueron amantes padres y honorables defensores del bien, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre el porqué de la maldad y, hasta nos animan a releer El Efecto Lucifer, de Philip Zimbardo o cualquier otro estudio sobre esta materia.

Sin embargo, ahora esa “Fuerza” me sugiere otras propuestas que, francamente, me parecen más oportunas y más útiles en este momento.  La frase es un mensaje de aliento y buena suerte que los caballeros Jedi utilizaban como despedida cuando partían hacia alguna misión compleja o se enfrentaban a un desafío en La Guerra de las Galaxias. ¿Desafíos? ¿Misiones complejas? Creo que es el momento: ¡Buena suerte y que la Fuerza te acompañe!. Apelo a la fuerza porque la suerte, a veces, se esconde mucho y hay que salirle al encuentro.

Creo que tenemos dos buenos retos por delante para empezar a buscar la fortuna con la que algunas empresas están capeando el temporal. En primer lugar, nos hemos cansado de hablar de Talento, de buscarlo, de tratar de retenerlo, sin apenas pararnos a identificar el nuestro propio. Tal vez porque apenas sabemos muy bien qué es, de dónde nace o si en realidad se hace.

Personalmente, creo que no es tan relevante el talento como la posibilidad de manifestarlo o la voluntad de hacerlo. Siete de cada diez personas, según los estudios del Instituto Gallup, dicen no estar enfocadas a lo que realmente hacen mejor. ¿Es posible que estemos desperdiciando el 70% de nuestros recursos humanos? ¿Por qué las personas no hacen todo lo que realmente son capaces de hacer? Creo que nuestro primer reto en la gestión es provocar el uso de las fortalezas, dar a las personas la oportunidad de mostrar lo que mejor saben hacer. Cuando utilizo la palabra fortalezas me refiero a aquellas cualidades que brindan un desempeño óptimo de manera constante. Para el autor de «Strengths Based Leadership», Tom Rath, estas fortalezas son el resultado de multiplicar talento innato por inversión de tiempo en práctica, formación y desarrollo de los conocimientos (talento x inversión=fortaleza).

Algunas compañías, como la empresa gallega de telecomunicaciones R, han utilizado un sistema de entrevistas para tratar de descubrir esos talentos innatos en los que invertir. En el caso concreto de R se le ha llamado “coaching unaun”, un modelo de entrevistas uno a uno para fomentar el autoconocimiento e invitarles a hacer lo que les gustaría hacer. Me atrevería a añadir que este tipo de entrevistas incide directamente en otro gran factor, la voluntad, que activa el uso de las fortalezas provocando un desempeño extraordinario. Utilizando nuevamente la simplicidad de una ecuación, podríamos decir que
fortaleza x voluntad = desempeño extraordinario

Es decir, el trabajo produce rendimientos extraordinarios cuando nos empleamos a fondo y con ganas. Las personas prestan su máximo esfuerzo, pero no tienen la percepción de ello, cuando emplean sus fortalezas en algo que realmente quieren hacer. La inversión  no es compleja, entrevistas bien planificadas y con ánimo de apoyo. Los resultados no se hacen esperar: no solo mejoran los niveles de bienestar de las personas, sino también los resultados económicos y comerciales de las empresas. 

El segundo reto que, en mi opinión, tenemos por delante es traspasar el ámbito individual y descubrir el talento colectivo, potenciar las fortalezas de la organización. En general, estamos cayendo en situaciones de casi-pánico, donde el casi es una figura literaria. Recortamos, corregimos errores, adelgazamos todo lo que podemos y, si las circunstancias lo permiten, un grito de desahogo de vez en cuando. Pocos, muy pocos, se están parando a buscar cuál es el valor que realmente aportan o podrían aportar al mercado, aquello que los diferencia de otros competidores. Desde mi punto de vista, el estudio de las desviaciones positivas, frente al habitual análisis y solución de problemas, es la clave de esta búsqueda. 

La metodología de desviación positiva está basada en que en toda comunidad existe alguna persona o grupo de personas cuyo comportamiento les permite obtener mejores resultados que las demás personas o grupos. Trasponiendo esta idea al ámbito de la empresa, podríamos decir que siempre hay algo en la organización que está saliendo bien y, por tanto, algún comportamiento imitable por el resto de la estructura. La desviación positiva se impone desde hace años como metodología de cambio utilizada por las organizaciones sin ánimo de lucro en aspectos como la nutrición o la salud y poco a poco ha ido extendiéndose en el ámbito empresarial.

Escuelas como la Ross School of Business de la Universidad de Michigan han creado metodologías de trabajo de sorprendentes resultados. No estamos habituados a este tipo de enfoques y el contexto socioeconómico tampoco los favorece; me atrevería a decir que está mal visto  estudiar lo que va bien cuando todo parece inclinado hacia el lado opuesto. Sin embargo, está demostrado que analizar minuciosamente los éxitos, nos puede dar información extremadamente relevante para reorientar la empresa.  ¿Cuando un cliente está satisfecho, por qué lo está? Cuando un proyecto, un producto, un servicio ha sido bien valorado, ¿Por qué ha sido así?

Estudiar la desviación positiva no requiere siquiera el aprendizaje de una nueva metodología. Somos grandes expertos en descomponer problemas.  Técnicas como el Diagrama causal de Ishikawa, las 8 Disciplinas, los 5 Porqués, o cualquier otro sistema de análisis al que estemos habituados nos pueden servir para convertir un logro ocasional en una fortaleza diferencial. Solo necesitamos cambiar el enfoque de estudio: de analizar problemas, a analizar situaciones de éxito.

La fuerza, como diría Obi-Wan Kenobi, está en nuestro interior.  Sin necesidad de dar sentido espiritual a esta cita, creo que podremos encontrar la buena suerte cuando volquemos nuestros esfuerzos en el estudio de los recursos latentes; de la fortalezas individuales y, como no, de las fortalezas de la organización.

Definitivamente, ¡Qué la fuerza te acompañe!

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