2 de noviembre de 2024
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Ni empleado ni emprendedor, simplemente empresario

Ni empleado ni emprendedor, simplemente empresario

RRHH Digital. Hay dos términos antiguos que reflejan la paradoja actual de la psicología del trabajo. El primero es el concepto de empleado, que es pasivo hasta cuando quiere ser activo, porque emplearse implica más la actuación de alguien que te quiere emplear que tu interés en emplearte. Buscar empleo es como el arco iris, que mientras que para los pigmeos es augurio de poca casa, para los nuer de Sudán es un regalo para el nuevo futuro tras las lluvias.
Un mismo hecho, como es el empleo, puede ser positivo y negativo (paradoja del trabajo) según como se viva, pero ante todo, depende de otros para su realización.

El segundo término es el de emprendedor, tan políticamente correcto hoy que parece ser el Bálsamo de Fierabrás para esta situación de crisis. Pero nadie puede emprender por sí solo: necesita de clientes, ideas y equipos y por tanto, es paradójico pensar en el emprendedor como una proactividad individual.
Hace poco me visitó un joven de enorme proactividad. Cuando le pregunté “¿Qué tal te va como empresario?” me contestó: “Yo no soy empresario sino emprendedor”. Y ciertamente había comenzado multitud de iniciativas pero ninguna fructífera y me confesó que a él lo que le gustaba era lanzar y empezar ideas, pero no se creía capaz de operativizarlas y convertirlas en una realidad perdurable.

Por tanto, ni la pasividad de ser empleado ni la excesiva actividad de estar constantemente emprendiendo. Hay que luchar contra el falso debate de que “no tengo” empleo como si alguien te lo tuviese que dar, que otros “piensen”, y “yo soy simplemente empleado”; y también sobre el falso prestigio de ser original y estar señalado con la vitola creativa de ser emprendedor, como me decía aquél joven (probablemente era su principal argumento de ligue en reuniones sabatinas).
Ni líneas rojas laborales que nos limitan a la condición de ser empleados ni líneas azules emprendedoras que banalizan el trabajo.

¿Qué propongo? Simplemente abogo por el clásico término de empresario.
Crear empresas y ser empresario son elementos muy sociales. Todos somos empresarios de nuestra propia vida: creamos familias, participamos en grupos sociales y, ante todo, crecemos en equipo.
Ser empresario es el elemento que diferencia a una sociedad donde se materializa el empleo y las ideas emprendedoras. ¿Qué diferencia hay entre ser empresario y ser empleado/emprendedor? Fundamentalmente que ser empresario es una ocupación social.

Un empresario necesita de un equipo de empleados, una cartera de clientes y una comunidad de consumidores, por tanto debe poner el foco en el equipo. No se puede ser empresario “personal branding” (como son muchos emprendedores): el empresario necesita hacer que otros hagan y en este momento necesita, además,  involucrar, generar equipo e ilusionar a otras personas en una idea de negocio. En alguna conferencia he dicho que el empresario es el dueño de la duda: no sabe si va a tener éxito, pero sabe que lo tiene que intentar. Como decía Francis Bacon: “La duda es la escuela de la verdad”. La gestión de la incertidumbre es básica para generar valores futuros, y es esta figura del empresario la que representa la mejor inversión que una sociedad puede hacer si quiere dotarse de un futuro colectivo.

Esta visión moderna del empresario no tiene nada que ver con aquella visión de hombres orondos, bien vestidos, fumando puros y luciendo anillos lujosos que se representaban en las viñetas del S XX, sino más bien con empresarios “celántropos”, es decir, centrados en devolver a la sociedad el privilegio de obtener dinero por sus ideas.
Aquí es donde interviene la innovación social para crear una “educación empresarial” que genere futuro más allá de los juegos artificiales de ufanos emprendedores que manejan multitud de términos en inglés pero que tienen un vacuo sentido social de su labor como empresarios. Crear empresa es apuntarse a un barco donde un equipo puede navegar y  puede ir fabricando barcos de mayor tamaño según se vaya creciendo.

¿Por qué tan poca gente quiere ser empresaria? Pues simplemente porque nuestra sociedad no apoya los valores empresariales. La asunción del riesgo, la tolerancia a la incertidumbre, el miedo al fracaso, el ridículo social y el pánico a volver a empezar son valores que no están en el ADN español medio.

Los empresarios nos son los burgueses (especuladores) ni los constructores (ventajistas): debemos derribar estereotipos que tanto daño han hecho a la forma de visualizar al empresario. Un empresario es el creador de una idea de negocio que tiene que involucrar a un equipo de empleados para dar un valor añadido a unos clientes, para los cuales supone una ventaja competitiva frente a una comunidad de consumidores.

De ahí la importancia de los valores, la cultura empresarial, la estrategia involucrativa, las políticas de Recursos Humanos y, en último término, los conceptos antropológicos para ser empresario. Es decir, la concepción de la persona como un fin y no como un medio. Hay que emprender para ser empresario y hay que tener empleados ilusionados para triunfar como empresario. No se es un buen empresario sólo por haber sido empleado o emprendedor, aunque ambas experiencias sirven para configurar el perfil del empresario.

Hay una escena de las aquellas películas de nuestra tierna infancia que para mí refleja la forma diferente de ser empresario. Es una escena de  Mary Poppins en la que Mr. Banks (el dueño de la casa e influyente banquero) intenta impedir a su hijo Michael que se gaste los dos peniques comprando alimento para los pájaros y en su lugar intenta que los lleve al banco para ingresarlos en una cuenta. Una vez en el banco, un anciano empleado Mr. Dames, le cuenta las bondades de la frugalidad, la prudencia y la inversión financiera, y le quita los dos peniques de la mano. Al verlo, el niño grita enfurecido: “¡Devuélvame el dinero!” La protesta del niño es interpretado por un cliente como que el banco no es seguro y no puede devolver el dinero y vocifera: “¡Este banco no es seguro!, ¡Devuélvame el dinero a mi también!” Enseguida cunde el pánico y todos los clientes quieren retirar sus ahorros. Y en menos de lo que se tarda en decir “supercalifragilisticoespialidoso” el banco, arruinado, es obligado a cerrar sus puertas.

El verdadero empresario es el que invierte esos dos peniques en un negocio de comida de pájaros, que emplea a un equipo de colaboradores, que a su vez crean un gran producto que se vende a todos los que quieren que los pájaros canten por la mañana. Por favor: el dinero en el banco solo sirve para especular, mientras que el dinero invertido en las empresas sirve para crear riqueza. En España debemos apostar por una gran “educación empresarial”, donde están estos empresarios postmodernos que abren el futuro del empleo. Hay que luchar contra las ideas preconcebidas y crear un “valor social” del ser emprendedor empresarial, fomentando las empresas españolas y no sólo con dinero sino con admiración pública.
Creo, en fin, que no hay necesidad de crear nuevos conceptos cuando podemos reinventarnos con nuestro clásico concepto de empresario. Ya decía Borges: “La historia renace y muchas veces” y el ser empresario debe renacer como un paradigma social en una sociedad empantanada con políticos que se autojustifican y con modelos empresariales de ladrillo y sucursal.

Para terminar, os ofrezco una leyenda Sioux, que me contó un viejo empresario, y que explica que uno es empresario si quiere ser empresario.

Cuenta la leyenda que un viejo cacique de la tribu tuvo una charla con los jóvenes guerreros al calor de la fogata del campamento. Bajo la luz de la luna, rodeado de sombras y misterio (como el momento actual), el anciano comenzó su relato: “Desde que tengo uso de razón, una gran batalla entre dos lobos tiene lugar en mi interior. Uno de los lobos es la ira, la crítica, el rencor, los celos y el egoísmo. El otro lobo es la comprensión, la serenidad, la alegría, la generosidad y la gratitud. Esta misma pelea ocurre dentro de vosotros y de todos los seres de la tierra”. Los jóvenes sioux presentes se quedaron absortos, pensando en lo que quería decir el anciano, y después de un largo silencio, uno de los jóvenes le preguntó: “Jefe, ¿cuál de los lobos crees que gana la pelea?” “Ganará, sin duda, aquel  que uno alimente”, respondió el sabio cacique.

Alimentemos al empresario que llevamos dentro, y con la valentía del buen empresario,  movilicemos este país con una nueva actitud hacia la creación de valor social. Porque en mi humilde opinión, ser empresario es la mejor inversión social hoy,  mucho más rentable que crear empleo ficticio o ser un emprendedor subvencionado. Crear empresas significa inteligencia colectiva: nadie es nada sin alguien a su lado.
Por favor, ponga una empresa en su vida.

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1 comentario en «Ni empleado ni emprendedor, simplemente empresario»

  1. Hola me gusta mucho el podcast, lo eshcuco a menudo a trave9s de itunes, aprovechando el tema, no se si a lo mejor se me paso y no lo escuche, pero me gustareda saber si ustedes consideran que sea necesario salirse del empleo actual o bfEn que casos lo consideran necesario?, muchas gracias y felicidades por el programa.Saludos,Omar

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