RRHH Digital. Llevo semanas observándola. Abre la puerta. Una tímida sonrisa, un escueto saludo y se sienta delante de su pantalla del ordenador. Qué hace las ocho horas, no lo sé. Apenas la escucho teclear. Pero en las últimas evaluaciones no ha ido mal. Sí percibo una bajada de ritmo, pero, quizá, empezó demasiado fuerte.
Aún recuerdo cuando entró. Iluminó toda la oficina. Era el torbellino Emma, así nos gustaba llamarla cariñosamente cada vez que venía con una idea diferente. Creo que nunca le pusimos frenos para que creara. Eso creo. Creo que le dimos alas para que volara todo lo alto que quisiera. Carta blanca.
Quizá se sintió desprotegida, a veces entre la espada y la pared, pero yo la veía resuelta. Cuando llega la hora alarga la mano hasta el bolso para cerciorarse de que, efectivamente, son las 18.30h, saluda al equipo, se abriga con su sonrisa tímida y marcha. Hasta el día siguiente.
Llevo semanas cansada. Llego a la oficina y siento que no entiendo nada. Siento que éste ya no es mi sitio y me pregunto si alguna vez lo fue. No tengo ni ganas de hablar, ni de charlar y ser elocuente como antes. Enciendo el ordenador y me escondo detrás de la pantalla a hacer mi trabajo, intentando no pensar. Como si fuese la protagonista principal de Tiempos Modernos.
Recuerdo con nostalgia el primer año. Torbellino Emma, me llamaban porque quería revolucionar, re-evolucionar, me parecía desperdiciar el maravilloso don que tiene nuestro trabajo, todo lo que podemos sacar de él, en simples acciones que sólo llevaban al punto de partida y que podría hacer un comercial.
Me siento perdida. Apenas tengo un referente y no hay semana que no me sienta en una encrucijada y no sepa qué pasos seguir. Esto es la vida, me digo, esto es el trabajo. Cuando llega la hora me limito a cerciorarme de que, efectivamente, es la hora y marcho a casa. Entonces mi vida vuelve a empezar cuando cierro la puerta y digo un tímido “hasta mañana”.
Llevo semanas viendo que Emma no está bien. Lo hablamos entre nosotras y hemos intentado varias veces que nos diga qué le ocurre, qué es lo que no marcha cuando se esconde detrás de la pantalla de su ordenador y apenas alza la vista, ni hace bromas como antes, ni ríe con lo que antes le hubiese hecho levantarse de la silla y hacer una especie de teatro privado para nosotras, de estos trágico cómicos que tanto le gustan a ella.
Antes no era sí. Intento pensar en el punto de inflexión, cuándo fue el momento en el que su actitud cambió y cuándo el trabajo, su trabajo, le dejó de interesar. Porque le ha dejado de interesar. Una cierta idea tengo. Se pueden hacer muchas cosas, pero no a cualquier precio.
Sé que no siente feedback por parte de nadie y sé que nadie necesita tener una zanahoria delante para seguir, pero seguir al vacío y naufragar en el limbo, es mucho peor. Aquí parece que no existe término medio. Parece que se limita a ver pasar el segundero que pesa sobre nuestras cabezas.
Emma lleva varias semanas que, al llegar a casa, me cuenta que no encuentra sentido a lo que hace, que no tiene ni pies ni cabeza y que preferiría trabajar de cajera en un supermercado o cualquier otra profesión que no le dé margen a crear. Parece como si se quisiese cortar las alas porque no encuentra el eco de su vuelo.
Yo le he dicho que son tiempos difíciles, que tiene que aguantar. Que hable. Que comente con sus jefes qué es lo que no va bien y que hable de lo que le está pasando. Ella me dice que hay muchos parados y que no tiene derecho a quejarse, ni a pedir una subida de sueldo a pesar de su aumento de responsabilidad.
Emma me ha dicho que apenas entra por la puerta está deseando marcharse, que se esconde tras la pantalla del ordenador y que intenta recuperar las fuerzas debajo de cada tecla, pero que no lo consigue, que nadie le dice nada cuando hace las cosas bien y que tampoco le dan pistas de lo que hace mal.
Emma tiene miedo a la indiferencia. A Emma le falta la motivación. Y la motivación no es algo que venga intrínseco al ser humano, la motivación se tiene que alimentar cada día, por parte de unos y de otros. Para remar todos en la misma dirección y conseguir mejores resultados.
Hace un mes nos reunimos todo el equipo. Hacía tiempo que no lo hacíamos. Probablemente desde la llegada del Torbellino. Hicimos un picnic, respiramos el sol y dejamos atrás la luz artificial y el rumor de los ventiladores de los ordenadores.
He tardado mucho en darme cuenta. Quizá estaba cegado en mantenerme a flote en este vaivén de olas de incertidumbre y no había caído en la cuenta que para poder mantenerme a flote necesito que mi equipo me responda, pero antes tengo yo que preguntarles, marcarles metas y hacer que crean para poder seguir creando, como Emma ha vuelto a hacer.
7 comentarios en «La motivación no está en el ventilador del ordenador»
Muy bueno Mirta.
Ojalá sirva para que mucha gente se de cuenta de lo necesario que es apoyar, animar, tratar, hablar, a la gente, para conseguir su apoyo, su colaboración e implicación.
A mi me pasa lo mismo que a Emma…
Quizá porque estamos más preocupados en aparentar lo buenos que somos que en serlo realmente…
Sociedad de careta y disfraz para dar una imagen de lo que no se es…
¡¡REALMENTE TRISTE!!!
Alguien decía en twiter, hace unos dias que no hay peor derrota para una persona que la falta de entusiasmo.
Muy bien escrito y un tema muy actual, con un magnífico contenido.
Enhorabuena Mirta!
Reflejas el mundo laboral actual y la falta de capacidades de algunos que «creen» saber cómo se dirigen los equipos
Me ha gustado. Matiz literario, mucho siginificado.
Me ha llamado la atención el final, la reunión de equipo que se celebra después de tanto tiempo….ahí mismo hay un dato importante para interiorizar la falta de entusiasmo, de empatía, o de reconocimiento que siente la protagonista de la historia. Un dato para que ese jefe/jefa de equipo analice y saque sus propias conclusiones. Animo, el primer paso para solucionar el problema está dado: reconocer el problema y pensar en posibles causas/soluciones. Adelante, el camino está identificado.
Me identifico muchisimo con Emma, todos los años he buscado como reinventarme, pero los años han pasado y no tengo fuerzas para hacerlo mas. Un cambio radical seria la solucion?, un cambio del medio donde me he desarrollado tantos años?. Mi terapeuta dice: tus metas estan enfocadas en proyectos para hacer feliz a alguien mas, pero tu mayor reto es un proyecto donde solo tu seas la protagonista. . . y desde ese entonces, me perdi!! Siento q he trabajado mucho y siempre pense: Si mi familia es feliz yo lo seré, pero me doy cuenta que no soy feliz 🙁 . . . . buenisima reflexion!
tenemos que darnos cuenta de que no siempre podemos estar en la «cresta» de la ola, hay epocas y la vida personal tambien influye, todos podemos tomar el relevo de Emma…
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