RRHH Digital. Los directivos del siglo XXI hemos ido creciendo en las organizaciones, acompañados de una arraigada cultura del aprendizaje, compromiso y esfuerzo. Desde que teníamos uso de conciencia, nuestros progenitores se han esforzado en enseñarnos la importancia de esta cultura, que añadida a ciertas capacidades innatas, nos ha permitido desarrollarnos profesionalmente y posicionarnos en los puestos directivos actuales.
Siempre tuve presente la meta de llegar a ser directora de recursos humanos y recuerdo, que acogía con ilusión y ganas cualquier esfuerzo extraordinario que me supusiese adquirir nuevos conocimientos que me permitiesen alcanzarla: largas jornadas de trabajo, fines de semana enteros trabajando, prácticas durante mi mes de vacaciones y un “sin fin” de esfuerzos con los que muchos de vosotros os sentiréis identificados.
Pero algo está cambiando. Aún sabiendo que la cultura del aprendizaje, compromiso y esfuerzo no se “hereda genéticamente”, los que tenemos hijos, nos esforzamos igual o con más ahínco que nuestros padres, en transmitir esta cultura. Estamos en un entorno de crisis muy competitivo, que avanza a gran velocidad hacia las nuevas tecnologías. Aumentará la automatización y cualquier proceso será mucho más ágil que ahora. Y esto a futuro, como decía un conferenciante al que tuve el placer de oír hace dos días, complicará aún más el mercado laboral para las próximas generaciones. Será accesible sólo para los mejores.
¿No deberían entonces esforzarse más? ¿No deberían estar más comprometidos con su desarrollo profesional? ¿No deberían aprovechar más su formación? ¿No deberían apostar por los retos en vez de verlos como un fastidio?
Pues no. La cultura de las nuevas generaciones es totalmente lo opuesto (aunque reconozco que es injusto generalizar). El futuro les queda muy lejos y viven a corto plazo. Cualquier esfuerzo adicional que se les pide, lo ven como una vulneración de sus derechos y no están dispuestos a esforzarse más de lo estrictamente necesario. Son inteligentes y consiguen los objetivos con un mínimo esfuerzo. Y todo esto, unido a una cultura del “no compromiso” con nada.
¿Cómo podemos entonces luchar contra esto? Yo no desisto en el intento con mis hijos (aunque he de confesar que no estoy viendo resultados de momento). ¡Y pobrecitos!… Porque todavía no son conscientes del compromiso que he adquirido con ellos para que tengan un futuro brillante, ni del esfuerzo que voy a dedicar para conseguirlo ni del aprendizaje que van a tener que adquirir para poder llegar a ser excelentes en un futuro.
¡Porque la genética no lo es todo!
2 comentarios en «Cuando la genética no lo es todo»
Creo que desquiciamos a los jóvenes hablándoles de prepararse para un mundo tan competitivo. Ya muestran su buena genética estudiando una carrera. Son buenos chicos pero no quieren ser máquinas. Más tarde la vida les hará faenas, como a casi todos y entonces se verán obligados a mostrar lo mejor de su genética y ser muy responsables, pero no se les puede pedir que hagan eso por vocación.
Las generaciones más jóvenes están buscando el balance entre el trabajo y la vida personal. Quieren un mundo más equitativo, se habla de oportunidades sólo para «los mejores» y el mundo no les ofrece seguridades. Creo que los desmotivamos antes de que puedan desarrollar su potencial. Son creativos, aportan ideas inovadoras, nos sorprenden. Yo soy claramente de la generación de la cultura del trabajo y del esfuerzo, pero me pregunto: No debemos aprrender de ellos y cambiar los paradigmas?
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