RRHH Digital. Entre tanto frío siberiano e islandés que nos ha obligado a ataviarnos con camisa, jersey, otro jersey y doble ración de bufanda, ya nos acercamos al mes de marzo. La verdad es que el tiempo pasa rápido pero este año, no sé si la crisis tendrá algo que ver, está pasando fugazmente.
El ser humano tiende a acomodarse y en el ámbito empresarial esta actitud es muy común.
Perdemos las energías y motivaciones iniciales y recurrimos al siempre oportuno “ES QUE EL SECTOR VA FATAL POR LA CRISIS”.
Es cierto que se está atravesando un mal momento, pero relajándonos seguro que no contribuimos positivamente a la causa. Necesitamos la chispa adecuada que nos haga reactivarnos. Es por ello que me gustaría lanzar una reflexión en voz alta.
Cuando las cosas van bien es que el viento es favorable y la coyuntura económica es óptima. Si va mal es todo lo contrario, hay una crisis mundial. ¿Interviene en esta ecuación el factor humano?
Claro que sí, pero a veces nos olvidamos de ello.
Hace poco me contaron una breve historia, que me sirvió para reflexionar:
Carlos era un joven empleado dispuesto a comerse el mundo y dejar su impronta. Buscaba ser ALGUIEN y que los suyos estuvieran orgullosos de él. Desde el primer día fue apuntando en un cuaderno verde todas las ideas y sueños que le iban surgiendo. Así fue rellenando una hoja, dos, tres. Cada día añadía nuevas líneas y, por tarde que fuera, no pasaba un solo día sin añadir algo nuevo a su libreta verde.
Pasaron los años y aquel joven se convirtió en un ejecutivo de una compañía, con personas a su cargo y una carrera perfectamente definida.
Un día, uno de sus hijos, le pidió que le leyese un cuento. Carlos seleccionó uno de la estantería y después de terminarlo, su hijo le pidió que le leyese el del joven feliz
Extrañado preguntó cuál era ése, y su hijo esbozó una sonrisa. “¿cuál te refieres hijo? Papá, a ese verde que está en tu mesilla de noche». Su padre se levantó y al acercarse a su mesilla descubrió que el libro en cuestión eran sus ideas y sueños. El padre preguntó al hijo por qué le llamaba «el cuento libro del joven feliz», y el niño le habló de la ilusión, optimismo, sueños, ternura y pasión con la que explicaba todo lo que quería hacer. También le dijo que no entendía bien el final y el padre se fue a las últimas líneas y leyó: » Hoy tengo una entrevista de trabajo. No me apetece nada ir ya que el puesto y las funciones no se adaptan a mí. Es aburrido y no lo aceptaría jamás. Yo quiero hacer otras cosas, MIS COSAS. Aunque el sueldo es muy bueno.”
Nos vemos en RRHH Digital.com
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