RRHH Digital. Las emociones mal gestionadas se quedan dentro de nosotros, y por lo tanto, nos engordan. Tendemos a ocultarlas, por el miedo a vernos a nosotros mismos y asumir que algo está fallando en nuestro interior. Puede ser la soledad o la tristeza, la envidia, la culpa o el remordimiento, la ira o el resentimiento, la ansiedad o el estrés,… Algo tan aparentemente inmaterial como una creencia pueda apoderarse de una existencia física y producir cambios positivos o negativos en sus células.
El neurocientífico Candance Pert, dice que “las moléculas de nuestras emociones se encuentran íntimamente relacionadas, son casi inseparables, de nuestras fisiología”. Por ejemplo, está demostrado científicamente que cuando sentimos estrés, nuestro organismo metaboliza peor las grasas, provocando su acumulación en nuestro organismo.
Muchas veces nos llenamos de fuerza de voluntad para comenzar a adelgazar. Esto puede servir para iniciar ese cambio, es el motor de arranque de un proyecto, pero no sirve para mantenerlo. Si la usamos mucho produce un desgaste físico-mental que no soluciona nuestro conflicto interior. Hará falta pues cuidar nuestra energía interior y exterior. Esto lo haremos cuidando de nuestras emociones. Nuestros deseos de comer aflorarán antes o después, y entonces tendremos que saber negociar con nosotros mismos.
El primer paso en este sentido será dejar de hacer “la vista gorda” pararnos a pensar qué sentimos, cuáles son las emociones que nos llevan comer y las que sentimos durante la comida. Observar las emociones sin enjuiciarlas nos ayudará a comprendernos.
Normalmente, esas emociones buscan ser mitigadas, y uno de los recursos que mejor hemos aprendido para hacerlo es mediante la comida. Se trata de hábitos que en la mayoría de los casos provienen de la propia infancia: ¿cuántas veces nos han dado una chuchería para premiar nuestra actitud?, así, hemos aprendido a relacionar ciertas comidas con sentimientos de reconocimiento. O jugar a comerse todo lo del plato o a ver quién gana, estimulando cierta ansia en relación a la comida, nada beneficiosa para nuestros hábitos alimenticios. Puede ser interesante detectar esas frases que nos decían de pequeños, los mensajes que hemos recibido sobre nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida. Precisamente nuestras emociones nos ayudarán a detectar esas creencias acerca de lo que es bueno y es malo, de lo que debemos hacer y lo que no.
Algunas creencias las hemos ido “amasando” a lo largo de los años. Tienen que ver con nuestras capacidades: “siempre estaré gorda”, “soy incapaz de relacionarme con las personas” “no valgo lo suficiente”. Trabajar con este tipo de creencias y las dificultades asociadas (baja autoestima, falta de asertividad, resentimientos, etc…) son vitales para conseguir que las emociones no te engorden.
El ritmo de vida que llevamos nos impide comer de una manera consciente, es decir, comemos sin darnos cuenta realmente de cómo lo hacemos. Ralentizar nuestras comidas, centrarnos en el hecho de alimentarnos sin hacer nada más, es un paso importante para reducir nuestra ingesta y comer con mayor orden y mesura. En este sentido, una de las técnicas más utilizadas para conseguir una alimentación más consciente, es el mindfulness.
1 comentario en «Creencias y emociones que engordan»
En relación a este tema, le propongo una iniciativa: El Taller "PIERDE PESO CON EL PODER DE TU MENTE".
http://www.saality.com/taller-pierde-peso-con-el-poder-de-tu-mente/
donde se revisan las emociones y creencias que pueden influir en una alimentación desordenada o inconsciente.
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