La persona en el momento de su nacimiento tiene unas series de respuestas automáticas incorporadas, muchas de ellas productos de los genes. Así, si los padres son de tendencia extrovertida o introvertida, o si son miedosos o emocionales, si son de carácter sobrio, o expresivo, o incluso violentos, es probable que los hijos nazcan con esas tendencias.
Hay incluso quien puede creer que hay un condicionamiento astral, marcado por la posición de los planetas y la rotación de la tierra en el momento del nacimiento e incluso por recuerdos de otras vidas.
Por si esto fuera poco, el niño va acumulando recuerdos emocionales desde el momento en que está vivo, en la matriz. Así va aprendiendo a desarrollar ciertas respuestas a los retos del entorno. No son iguales las estrategias aprendidas de una hermana mayor para conseguir la atención de sus padres que las estrategias que ha de seguir un hermano pequeño para conseguir el mismo objetivo. Estas estrategias aprendidas en edad temprana condicionan la vida de la persona, haciendo que responda de forma similar a retos similares.
También es cierto que no es lo mismo un ambiente de escasez que un ambiente de abundancia, un ambiente rural que uno urbano, un estar viendo constantemente la tele que estar dibujando o tocando un instrumento musical, estar luchando para sobrevivir en la pandilla del barrio que ir a un colegio elitista con la nany.
Todo esto va condicionando nuestras respuestas a lo largo de nuestras vidas, llegando incluso a cuestionar el concepto de libre albedrío. Cuando vemos a alguien que nos gusta, de quien nos enamoramos, no deja de ser una respuesta automática condicionada por los cientos o miles de respuestas previas ante situaciones similares. Cuando nos gusta un pantalón, una falda, un coche, un mueble o incluso un libro, es producto de una experiencia previa, de un aprendizaje y de unos procesos.
En esta idea, alguien con una cierta perspectiva, podría ser capaz de anticipar nuestras reacciones y decisiones. Nos vería como autómatas actuando según una programación previa, con poca o ninguna capacidad de reacción ante escenarios nuevos e imprevistos. En esta línea nosotros utilizamos el mapa del Eneagrama que incide con sorprendente exactitud no solo en los comportamientos automáticos de las personas sino también en la forma en que pueden liberarse de este automatismo.
Oí una vez mencionar a Robert Dilts que había personas que estaban a gusto en su vida “de aldea”. Nacían, vivían y morían sin modificar sustancialmente los procesos aprendidos y las respuestas emocionales automáticas; tenían una vida sin sobresaltos y predecible, sin muchas diferencias con la vida que sus mismos padres habían llevado.
Hoy día la realidad es muy otra, hay incertidumbre, inseguridad e incluso miedo ante el futuro. Lo que ayer funcionaba, hoy es obsoleto. La realidad de mañana hay que construirla hoy reconociendo, eso, sí, el pasado, aunque sin automatismo, sin respuestas automáticas. Esto no solo es cierto en la esfera de lo individual, sino de lo colectivo, de las familias, grupos, organizaciones, empresas… Lo que hasta ayer era norma hoy no sirve, lo que ayer funcionaba, hoy está obsoleto.
Nosotros creemos que detrás de la persona, detrás de los procesos aprendidos y/o heredados está el Ser, está la Conciencia, está la esencia, está el concepto de identidad más allá de lo que hacemos lo que somos. Aquí es donde trabajamos, en la esfera del Ser.
Entendemos que para que un coach trabaje en la esfera del Ser, ha de desarrollar él mismo su Conciencia, ha de conocer sus procesos, sus respuestas emocionales automáticas. Ha de conocer qué ha heredado de sus padres y porqué, ha de descubrir su potencialidad, ha de mirar la vida con el corazón sonriente y ha de saberse pequeño al medirse con la inmensidad del mundo.
Según Naranjo, albergamos en nosotros dos personajes, un ser que es el resultado de estos comportamientos adquiridos, de estos anclajes emocionales, que tiene comportamientos erráticos e inadecuados y que a menudo “erra la flecha que dispara”, y un ser esencial. La idea de recuperar la salud pasa por debilitar nuestro ser automático “y que nuestra parte sana, liberada de interferencias, vaya asomando o naciendo (C.Naranjo).
Según el coaching clásico, hay que marcarse objetivos, hay que tener visión, hay que tener compromiso, ser entusiasta, alegre… Todo esto está muy bien para trabajar en entornos predecibles, para hacer “más de lo mismo” aunque desde mi punto de vista esto ya no es suficiente. Con el coaching transpersonal indagamos por debajo de la superficie. Por debajo de las metas está el fluir, por debajo de la visión está el Ser, por debajo del compromiso está la conciencia, por debajo del entusiasmo está la alegría y por debajo de la alegría está el amor. Esta es nuestra definición de Coaching Transpersonal.
Los comentarios están cerrados.