Desde hace semanas, en diversos Medios aparecen listados de libros para el verano. Muchos de esos elencos están elaborados con títulos de obras recientemente publicadas.
Siempre he pensado que lo nuevo no es bueno por ser nuevo. Mejor que estar ‘a la última’ es disfrutar de lecturas con poso, de esas que han atravesado el riguroso filtro del tiempo. Muchas son los textos que aportan sustancia y no sólo entretenimiento.
Entre los libros que considero que cualquier directivo debería leer, se encuentran los siguientes:
La señorita, de Ivo Andrick
La muerte de Ivan Illich, de Tolstoy
Breve tratado de la Ilusión, de Julián Marías
El último encuentro, de Sandor Marai
Confesiones de un burgués, y ¡Tierra, tierra!, de Sandor Marai
El mundo de ayer, de Stefan Zweig
La soledad sonora, de Jordi Corominas y Joan Albert Vicens
Memorias, de Arthur Koestler
Lutero, de García-Villoslada y, por supuesto,
Ética a Nicómaco, de Aristóteles (preferiblemente en la versión de la editorial LID).
Me he limitado a diez obras esenciales. Algún día espero proponer los mil libros que considero relevantes para adquirir una formación aceptable en entornos directivos. Con excepciones extraordinarias, la mayor parte fueron escritos hace años…
Bien expresó Kant que los problemas con los que tropiezan las sucesivas generaciones son básicamente los mismos. Si analizásemos cómo fueron solucionados por otros, evitaríamos cometer muchos errores.
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