RRHH Digital. Las modas de hoy hacen que peligren algunas viejas costumbres. Entre ellas, parece increíble que no se respete esa gran verdad de que el jefe siempre tiene la razón. Cómo no la va a tener: por eso es el jefe y no otros. Es la única persona capaz de ver más allá de su puesto, pero entiende perfectamente que no le pagan por hacerlo. Que le toca cumplir con el día a día, y de asegurarse de que ninguno de sus subordinados olvide sus deberes.
De toda la vida, unos han nacido para mandar y otros para ser mandados. Sin medias tintas. Cuando a uno lo admiten para trabajar en una empresa, o en la Administración, o en cualquier otra organización, es para que haga lo suyo porque para eso le pagan. Sin protestar ni comentar, y nada de pensar en otras formas de trabajar no contempladas por la empresa. De 9 a 7, con dos horas para comer y ya hemos cumplido. Hasta mañana.
Con lo claro que está esto. Es tan sencillo que hasta los más simples lo pueden entender. Pero ahora hay hordas de librepensadores cuyas teorías conducen a subvertir el orden natural de las cosas en la empresa. Sostienen, entre otros desvaríos, que hay que “motivar” a los empleados. ¡Como si no debieran estar agradecidos por su sueldo! ¿Que alguno de ellos sugiere tímidamente que pueda haber alguna forma de trabajar con más fluidez, y que encima crea que así sería más eficaz todo MI departamento? ¿Pero qué imaginan? Me da que están demasiado influidos por esos libros modernos de gestión que deberían ser quemados, o que andan demasiado metidos en algo que llaman “Feisbú”, o que tienen poco que hacer. A estos últimos ya les cargaré un informe quinquenal para el próximo lunes a primera hora.
Es preocupante ver que aquellos que osan abandonar su puesto para ir a la máquina de café, se permitan encima el libertinaje de comentar sobre la marcha general de la empresa, dando a entender que si no fuera por algún jefe pleistocénico las cosas serían muy distintas. En su día ya fue un mal trago que vinieran unos tipos llamados auditores para ver si nuestras cuentas cuadraban: qué preguntas más incómodas, y menudo cuento tenían.
Desgraciadamente, pronto alguien se creyó todas estas tonterías modernas de cómo llevar al personal y puso en cada planta de la empresa una de esas cajas llamadas “buzón de sugerencias”. Seguro que fue uno de los cuentacuentos de publicidad, que tanto pico tienen. A regañadientes tuve que ceder unos minutos para que calentaran la cabeza a mi gente explicando para qué sirve ese estúpido buzón. ¡Incluso les animaron a usarlo! Increíble. Esto ya no es lo que era.
Ahora parece que todo el mundo sabe más de lo que le toca, ya que veo muchos papeles dentro de los buzones. Así que, por el bien de la empresa, los jefes hemos preparado un plan para evitar que estas pérfidas ideas cambien la forma en la que siempre hemos trabajado.
Esta es nuestra guía:
• No alentar a nadie bajo nuestro mando a pensar en nada que no sea su trabajo. Se desconcentraría.
• A quien venga a nosotros con alguna idea, hay que atenderlos con amabilidad al tiempo que se les remarcan todos sus fallos e imprecisiones. Que la rehagan, y que hasta que no esté perfectamente presentada y por duplicado que no vuelvan a molestar a sus superiores.
• Si no se dan por enterados y vuelven con la propuesta mejorada, hay que estar atentos. Hay dos vías aceptables de actuación: dar las gracias y hacer que se traspapele, o cambiarla un poco para hacerla nuestra. Solamente un jefe puede tener buenas ideas.
• De modo general, conviene tirar de vez en cuando a la basura un puñado de papeles que habremos sacado de esos buzones. Así la gente se dará cuenta de que la cosa no funciona.
• Si por cualquier error nuestro de supervisión una propuesta de uno de nuestros empleados llegara a manos de nuestros superiores y encima se viera con agrado, hay que decir claramente lo vital que fue nuestro apoyo y consejo para hacerla viable.
• Cualquier idea que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, llegara a ser valorada y puesta en práctica pero luego en su ejecución no fuera tan buena, deberá ser causa de sanción al promotor. En ningún caso deberá figurar un jefe tras una idea fracasada.
• Es una buena iniciativa introducir en ese condenado buzón propuestas anónimas y absurdas redactadas por familiares y amigos nuestros para que los grandes jefes vean cómo se pierde el tiempo en la empresa.
• Finalmente, ante la duda hay que decir que no. Es necesario preservar la estabilidad de la empresa, sin inventos ni nada de eso. Un empleado debe trabajar en lo que estrictamente le corresponde.
Nuestro plan para preservar la forma de siempre de trabajar de nuestra querida empresa funcionaba perfectamente. Dejaron de llegar absurdas ideas, nada cambió y pudimos seguir con lo de toda la vida. Es verdad que varias empresas competidoras nos han adelantado en facturación, pero es porque tienen mucha suerte.
Cuando pensábamos que podíamos respirar tranquilos, una vez más alguien vino con algo realmente satánico. Lo presentó como un “sistema de gestión de ideas”, y dijo que tenía que ver con un rollo norteamericano o inglés o alemán que llamó “inteligencia colaborativa”. Pero lo peor de todo es que funcionaba en el internete ese, y los jefes que velábamos por la tradición nos vimos incapaces de frenarlo. Quizá lo peor de todo es que vimos que había muchos otros jefes que, increíblemente, ¡apoyaban el asunto!
Pero no. Eso no fue lo peor. Lo peor fue que, al igual que había pasado con esas otras empresas que vendieron más que nosotros, se decidió ascender a algunos de los autores de propuestas que supusieron cambios en nuestros hábitos tradicionales. Empezamos a trabajar, imprudentemente, en mercados de los que nada sabíamos, cambiamos la mitad de nuestro catálogo de productos y servicios, dieron unos cursos de formación, clases de inglés e informática, y empezamos a salir en los medios gracias a cosas nuevas que la empresa empezó a hacer. No entiendo nada. Incluso rechazaron una propuesta mía para organizar unas clases sobre la importancia de la jerarquía y el rol de los subordinados en la empresa de hoy.
Con todos mis años de servicio fiel a la empresa, difícilmente me habría creído que llegaría a pensar que haría cosas nuevas. No es que no me cueste, pero es posible que algunos de mis empleados puedan tener –muy de vez en cuando, eso sí- una idea con algún valor.
Un jefe de toda la vida sabe perfectamente lo que es bueno para la empresa y lo que no, sobre todo uno moderno como yo.
9 comentarios en «No escuche a los empleados: reflexiones de un jefe»
Hacía tiempo que no leía un artículo similar, con una visión tan arcaica de lo que es una organización y de lo que significa formar parte de una empresa.
Los logros de la empresa no son achacables solo a los directivos, si no que a todos los que forman parte de ella, y por ente con sus conocimientos, y funciones contribuyen a conseguir los objectivos comunes. No escuchar a los empleados, situa al jefe en un régimen cercano a lo dictatorial, con una visión muy partidaria y totalmente sesgada.
Buenos día Mireia. Creo que, como en una tertulia de radio, la irónia no se percibe fácilmente. Este artículo habría que enmarcarlo…, para que no se nos olviden tiempos no muy lejanos.
Mireia, mujer, que el artículo está escrito en tono irónico, precisemante haciendo una crítica a la gestión empresarial basada en estructuras jerárquicas (y no horizontales y bajo un sistema de gestión de ideas) Sin lugar a dudas, Alberto piensa, opina y aplica sistemas de gestión totalmente opuestos a lo expresado por «el supuesto jefe que escribe el artículo y que se ha quedado anclado en 1950». Alberto, un artículo muy bueno, lamentablemente en el 75% del tejido empresarial del país lo que existen son pymes que responden más a la foto que has hecho de manera irónica que a sistemas más avanzados de gestión de RR.HH, conocimiento y talento…es una pena…así están los índices de España en productividad, pero mientras que no cambien los chip los gerentes y directivos, hay poco que hacer…todavía hay empresas que miden y valoran el desempeño en función de las horas presenciales en el puesto de trabajo (por poner un ejemplo)
Saludos y GESTIONEMOS IDEAS.
Creo que es un artículo muy irónico. Nos está diciendo que el jefe que no escucha a su equipo es una rémora para la empresa, que para crecer y evolucionar necesita buenos jefes con buenos equipos y viceversa.
Ironico o no, hay que reocnocer que es un adescripcion de las empresas de antes. Reconocer que hoy dia la sociedad esta muy influenciada por un monton de informacion, alguna con valor y otra sin valor.
Desde un punto de vista intermedio, puesto que hablo desde un puesto «directivo» asi como de empleado al que se le puede tener en cuenta o no, digo que no adaptandose a las nuevas corrientes una micorpyme no puede sobrevivir en la sociedad actual como no escuche, asi como no flexibilice ciertas actuaciones, es muy complicado, puesto que no se posee de un recurso necesario para poder prescindir de la gente y cambiarlo por otro como si de una pila se tratara que se cambia en un aparato cuando se gasta, EL CAPITAL. Con lo cual, cuan razon tiene el tener que escuchar a veces a los recursos de los que se dispone para poder seguir adelante ocn la lucha que hoy en dia tenemos en la sociedad
Hacía mucho tiempo que no me reía tanto leyendo un artículo, genial.
Tiempos lejanos y no tan lejanos…
Me encantó el artículo e ilustra perfectmente el estilo que aún se utiliza en muchs empresas del medio en el que desarrollo mi trabajo. Lo que he podido observar de dichas empresas es como pierden dinero, sus mejores talentos y su lugar en el mercado. si señores….aún hay gran cantidad de organizaciones con éste pensamiento…
No podía creer lo que estaba leyendo, íbanse a salírseme los ojos de las órbitas en los primeros momentos hasta que me dí cuenta de la ironía del artículo y pasé a reir casi a carcajadas….., muy bueno, sí señor, muy muy bueno…. pero lo mejor todavía es que seguro que hay gente que leyendo este artículo se sienta identificado, intente aplicarlo en el siglo XXI y aplauda cada palabra, desde luego sería digno de estudio las reacciones de aquellos/as que lejos de darse cuenta de la ironía fueran afectos a las barbaridades arcaicas mencionadas.
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