RRHH Digital. Erasmo de Rotterdam escribió que vivir es preocuparse. Muchos han tomado tan al pie de la letra esta consideración que sólo saben señalar los obstáculos que el futuro nos traerá. Empujados por la crisis que atravesamos, insisten machaconamente en que todo irá mal, ¡seguro! Qué agotamiento generan los contertulios obsesivos, en unos y otros Medios, con visiones apocalípticas.
Vivir es ilusionarse con nuevos retos. Resulta demasiado fácil insistir en lo que no funciona, en lo que puede estropearse, en lo que fallará… Muchas veces parafraseo la expresión de Agustín de Hipona, uno de los dos grandes pensadores del siglo V, cuando consolaba a determinados conocidos por el fallecimiento de un amigo común: No lloréis, les decía, por haberle perdido, sino dad gracias a Dios por haberle tenido entre nosotros estos años.
El optimismo, al igual que el amor, es fruto granado del esfuerzo no de la pasividad. Lo que brota fácil es el pesimismo, lo negativo, la crítica despiadada. Demasiadas veces somos expertos en murmuring. Crear reclama entusiasmo, perseverancia, constancia, superación de la propia fragilidad, imaginación creativa…
Las recientes elecciones municipales y de algunas comunidades autónomas en España pueden ser interpretadas de muchos modos. El rechazo a quienes vienen pilotando desde hace más de un lustro España S.A. no podía ser más claro. Lo que se espera del cambio de banquillo es rigor, austeridad, seriedad, profesionalidad, honradez.
Ojalá sean ejemplares. Pero no esperemos a que nos resuelvan los problemas. Hay que remangarse y disponerse a dar cada uno lo mejor de sí mismo en su trabajo y en su entorno. Sentarse a ver qué hacen otros para luego reprochar es inhumano. Más digno es renovar la propia ilusión para, en medio de las evidentes dificultades, estar dispuestos a remar en la dirección correcta. No seamos lastres, sino locomotoras. En la cafetería, en la barra de un bar, en conversaciones insustanciales y demoledoras de sala de espera no se mejora la productividad.
He repetido en no pocas conferencias que la causa de esta crisis, la de verdad, se encuentra en haber olvidado el latín. Si los funcionarios recordasen que trabajan en la administración, es decir en un cuerpo que está para ad ministrare (para servir a los ciudadanos), y quienes se desenvuelven en el mundo privado –directivos, empleados, clientes, etc.- considerasen que una empresas es una compañía (cum panis, el lugar en el que se comparte el pan) no nos hubiésemos precipitado a donde hemos caído.
No es el momento de seguir lamentándose de lo que pudimos ser y no fuimos. No debemos enfangarnos ahora en echar más barro sobre quienes debieron hacer y no hicieron. La actual es la circunstancia adecuada para que cada uno asuma en su lugar de trabajo la ilusión de remar para entre todos volver a poner a España en la coordenada económica, social y de reconocimiento a la que llegó y en la que todos estábamos más satisfechos.
¡Qué gran día aquel en que un político en el Congreso alabe sin dobles intenciones las opiniones y propuestas de alguien del banquillo opuesto! Se trata de aportar para que la economía y la sociedad en su conjunto salga adelante. Responder con un ¡pues más tú! es propio de viles, no de quienes tienen la responsabilidad de pilotar un barco en el que millones de ciudadanos nos jugamos nuestra felicidad.
Si alguien considera que esto es ingenuo, pobrecillo, porque ha perdido la inocencia que permite vislumbrar siquiera la felicidad.
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