Cuando comencé mi carrera profesional me decían que para liderar había que ser fuertes y, sobre todo, competitivas. A las mujeres de mi generación nos enseñaron a encajar en estructuras rígidas que no estaban pensadas para nosotras. Las mujeres que recuerdo que llegaban arriba tenían muchas veces un perfil más masculino y con un estilo más conservador que los propios hombres que lideraban en ese momento.
En estos días pienso mucho en ellas. En cómo también nos abrieron el camino a las demás. En cómo tenían que vivir para poder sobrevivir.
Ahora las mujeres no estamos pidiendo permiso para tomar decisiones. Ya estamos ahí. Pero no con los códigos del liderazgo tradicional, sino con una disrupción que, quizás incomode: un liderazgo más flexible, más humano, más conectado.
De liderar en solitario a liderar en comunidad
Una de las mayores revoluciones silenciosas que estamos viviendo es la del liderazgo colectivo. La colaboración es una de las habilidades más importantes para el futuro del trabajo según el Foro Económico Mundial y va a ser la clave del progreso y la semilla de una verdadera transformación.
Durante años hemos creído que para avanzar debíamos hacerlo solas. Que el liderazgo era una carrera individual. Pero nuestra experiencia nos ha demostrado que el verdadero poder no está en la individualidad, sino en la comunidad.
Las mujeres estamos construyendo redes. Espacios seguros donde podemos hablar sin filtros, compartir nuestras dudas y también, ¿por qué no?, nuestros éxitos, y por supuesto, apoyarnos sin sentir que estamos compitiendo. Espacios donde no necesitamos demostrar nada, porque la validación no viene del reconocimiento externo, sino del impacto positivo que generamos. Ese propósito es lo que marca la diferencia. Y afortunadamente las nuevas generaciones eligen empresas con alma, lideres con impacto.
En esas comunidades he aprendido que el liderazgo no se trata solo de alcanzar posiciones de poder, sino de generar oportunidades. No queremos liderar por ego sino para cambiar realidades.
La disrupción del liderazgo flexible
Mientras el mundo sigue debatiendo sobre el futuro del trabajo, nosotras ya lo estamos creando. Liderar hoy no se trata de control, sino de confianza. No se trata de jerarquías, sino de colaboración.
El liderazgo femenino está demostrando que el modelo tradicional, más rígido, vertical, basado en el control y la productividad ya no encaja en la necesitad de innovar en las empresas. Necesitamos más movimiento, más liquidez y lideres que entiendan que el talento se enamora con propósito, y que la flexibilidad no es un privilegio, sino un derecho. Adaptar el trabajo a la vida.
Queremos liderar sin miedo a hablar de emociones, porque sabemos que la vulnerabilidad es una fortaleza. Queremos liderar priorizando el bienestar, porque sabemos que el talento sin salud no es sostenible. Y, por supuesto, queremos liderar apostando por la diversidad, porque sabemos que no hay innovación sin puntos de vista distintos.
Y aquí está la verdadera disrupción: demostrar que un liderazgo más humano es el único sostenible a largo plazo.
Liderar no es suficiente: hay que influir
Las mujeres que hoy están marcando la diferencia son quienes han entendido el poder de la influencia. Que han aprendido que el impacto positivo no se mide en promociones, sino en el cambio que generamos en quienes vienen detrás.
Un estudio de Callper (2005) demostró la mayor capacidad de persuasión de las mujeres, por nuestra empatía, y por nuestro mayor ajuste a la situación, por entender mejor el contexto.
Esa empatía es la clave del liderazgo porque solo puede influir de verdad quien escucha y comprende que necesitas.
La verdadera influencia no impone, inspira. No arrastra, crea movimiento. No busca reconocimiento inmediato, sino transformación a largo plazo. Porque influir es conectar. Y lo que hay detrás es confianza.
Construyendo el liderazgo del futuro
El liderazgo femenino no es una tendencia, es una transformación profunda de cómo entendemos el poder y la influencia. Y sí, aún queda mucho por hacer. Pero la pregunta ahora es cómo lo vamos a hacer.
Porque si algo hemos aprendido en este camino es que no necesitamos encajar. No estamos aquí para pedir permiso. Estamos aquí para liderar, a nuestra manera. Y eso, precisamente eso, es lo que está cambiando el mundo.