Se vistió con la capa de Superman poco después de casi caerse de la cama. Aquella noche no durmió muy bien porque se olvidó de hacer sus ejercicios de mindfulness. La realidad es que llevaba una temporada dándole vueltas al maldito trabajo, pero no era fácil vencer su determinación.
Como todos los días, eligió su vestimenta tratando de ser lo suficientemente elegante, pero sin provocar los recelos de sus compañeros.
El tráfico era horrible y, para colmo, el cielo amenazaba con romperse y llenar de cristales de agua el suelo que pisaba.
Al llegar a la oficina, como siempre, saludó una por una a todas las personas que habían ido trabajar presencialmente. Era “la de Recursos Humanos” y tenía que ser ejemplar siempre. Diez de ellos no le devolvieron el saludo y pensó “no lo necesito para ser feliz “pero no era cierto.
Estaba dispuesta a ser la luz que iluminara la empresa.
Ese mismo día tuvo que despedir a uno de sus mejores amigos y mantuvo una discusión tensa con el Comité de Empresa. Su jefe, siempre atento y profesional, criticó un error en su desempeño de manera cruel.
Ǫuería ser luz y a cada minuto se iba apagando.
Comió pensando si de verdad todo esto merecía la pena. Había estudiado Derecho, aunque siempre tuvo claro que se quería dedicar a hacer que la vida del resto fuera lo más feliz posible.
La pechuga de pollo a la plancha, recalentada en el microondas, tuvo un combate a muerte con el nudo de su estómago del que resultó vencedor el llanto. El baño común le pareció un refugio perfecto para esconder su vergüenza. Ya solo faltaba que tuviera que soportar las miradas de reojo que dicen “otra mujer que no soporta la presión “
Firmó su carta de renuncia con un mes de preaviso, aunque sus ojos rojos ya habían notificado su partida hace tiempo.
La ventana del sexto piso susurró al abrirse y le insinuó que no era tan mala idea pensar en volar y terminar con esta tortura.
Solo de pensarlo le provocó un escalofrío así que cerró la ventana, los ojos y la tapa de su portátil.
Justo cuando se iba a ir a casa, apareció Ella. Llorando desconsolada y pidiendo ayuda. Dejó caer la mochila del gimnasio y se centró en ayudarla. La escucho con tanta atención que sentía como sus almas se tocaban. Su consejo fue tan certero que las lágrimas de Ella eran ahora de alegría. Abrió su portátil para aprobar sus vacaciones y un mail con el título “Enhorabuena crack” le despertó su curiosidad. El comercial que seleccionó hace un mes había batido récord de ventas y el Director Comercial alabó su “olfato”. ¿Olfato?
¡Si supiera lo técnico que es mi trabajo! Aun así, se sorprendió al ver su reflejo en la pantalla en forma de sonrisa de anuncio.
Al bajar en el ascensor, ya fuera de horario laboral, se encontró con Él, que le contó como gracias a la formación que impartió ha sido capaz de crear un equipo indestructible. Ahora su cara era de asombro.
Ya en el coche, su jefe la llamó para pedirle perdón y decirle que sin ella el Departamento no tendría sentido.
¿Ǫué estaba pasando? ¿Ǫué clase de montaña rusa era esta? ¿Por qué he pasado de la melancolía a la euforia en cuestión de ocho horas?
Trabajaba en Recursos Humanos.