La Tribu
Cinco y treinta y seis minutos de la mañana en un recóndito lugar al sur del continente africano. El sol por fin asoma en el horizonte, el día comienza para los Kibong. Esta milenaria tribu ha permanecido impasible al paso del tiempo, manteniendo sus tradiciones y forma de vida de forma inalterable. Son semi-nómadas, viven al día y tienen un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, o como ellos lo llaman: Oswengo Bavo. Esta expresión no tiene definición literal, pero se puede asemejar a algo parecido a “raíces fuertes”.
Durante los últimos años, ante el auge del turismo en las zonas que suelen habitar, los líderes de la tribu han recibido numerosos acercamientos y propuestas de guías locales para recibir turistas y presentarles una especie de performance que recree la vida diaria de estas singulares personas a cambio de remuneración, económica o en especie.
Todas estas iniciativas siempre han recibido la negativa por parte de los líderes, siendo esta respuesta el fruto del sentimiento grupal de la tribu. Rechazan cualquier tipo de mercantilización de su identidad, no pueden permitir que cientos de años de historia se pongan al servicio del espectáculo por cualquiera que sea el precio que se les adjudique.
La Selva
Siete y cincuenta y cuatro minutos de la mañana en el corazón de la Península Ibérica. Al subir la persiana, Daniel puede intuir los primeros rayos de luz reflejados en el edificio de en frente. La noche no ha sido buena, la almohada alivia al verlo levantarse de la cama. No puede con tanta conversación nocturna, ya no sabe cómo aconsejarle ni qué decirle para ayudarle a tomar la decisión correcta. Tanta paz lleves como dejas, querido Daniel.
El proceso de higiene personal es rápido, el tiempo apremia. Lo bueno es que al haberse adherido al ayuno intermitente por expresa recomendación de su compañero de proyecto, tiene más margen para no llegar tarde. Pero da igual, su cabeza sigue yendo a dos mil revoluciones por minuto. No sabe qué hacer.
Al poner el primer pie en la Cool House (así llaman a la oficina en su empresa), se siente extraño. La palmadita en la espalda a Esteban, el choque de puños con Sara y los dos toques en la puerta antes de entrar a su área conforman el ritual diario de Daniel. Se sienta, ficha y, mientras se inicia el software, siempre le da tiempo a llevar la comida al frigorífico de la cantina, no sin antes comentar rápidamente el resultado del partido de Champions de ayer.
Daniel se sentía como en un sueño. Es decir, veía todo este proceso desde fuera, como en un videojuego. Ǫuizás el sentimiento de culpa le invadía de tal manera que se sentía prácticamente como si le estuviera siendo infiel a su pareja. ¿Ǫuién me llamaría a mí a meterme en esto? Se repetía Daniel una y otra vez mientras intentaba sacar adelante las tareas asignadas para ese día.
La Caza
Creo recordar que fue en la tercera cerveza. Julián, ya con la corbata en la mochila para darle algo de descanso a su garganta, le lanzó la jabalina a su presa, su amigo Daniel:
- Julián: Dani, acaban de sacar un proyecto muy chulo en la Estamos buscando a un manager que tenga experiencia en el tema y creo que es tu oportunidad.
- Daniel: ¿Ah, sí? ¿Pero en qué consiste exactamente?
- J: (Procede a desgranar el proyecto con sumo detalle, haciendo hincapié en las áreas que sabe que más pueden motivar a Daniel).
- D: Pues sí, tiene buena pinta, pero no sé…
- J: (Lanza el ataque mortal: Su presa podrá casi triplicar su salario).
- D: Uff…
- J: A ver, que tendrías que pasar el Yo te puedo recomendar, además creo que puedo meter presión para que estés en buena posición.
- D: Bueno mira, probamos y ya veremos…
- J: ¡Jefe, otra ronda!
Los días fueron pasando y las entrevistas se fueron sucediendo. Daniel andaba en un mar de dudas. El proyecto era tremendamente retador e ilusionante. En cuanto al apartado económico, mejor ni hablamos, era algo inviable en su actual empresa.
Una tarde, al salir del trabajo, recibió una llamada que, en el fondo, no quería recibir. Sí, ya tenía oferta oficial sobre la mesa. La pelota, por primera vez, en su tejado. En cuanto colgó, no tardó ni dos minutos en recibir la siguiente llamada:
- Julián: ¡Joder, Dani, qué pelotazo! ¿Cuándo te incorporas? ¿Nos vemos esta tarde?
- Daniel: Sí, bueno… No sé Juli, tengo que pensarlo. Entré de becario en mi empresa, tenemos súper buen rollo, me encanta mi trabajo… Es cierto que creo que podría estar mejor pagado y echo en falta algo de desarrollo interno, pero me da miedo cambiar ahora.
- J: Pero Dani, que sois cuatro gatos en la Nosotros somos más de mil empleados en cuatro países diferentes, ¿sabes la de oportunidades que hay aquí para moverte internamente?
- D: Bueno, pero aquí me siento como en un grupo de amigos, es todo más
- J: ¿Estás de coña? Encima de que te he referenciado internamente, no me vayas a dejar mal, ¿eh?
- D: Ya, ya lo sé. Déjame darle una
La Reacción
Estimada Sofía,
En primer lugar, quisiera agradecerle su trato y predisposición durante todo el proceso, ha sido un placer participar en las diferentes entrevistas que hemos tenido durante los últimos días.
Tras evaluar vuestra propuesta, he decidido no aceptarla y continuar en mi actual empresa. Valoro significativamente el esfuerzo económico y personal que me habéis trasladado para que me incorpore, pero me siento muy identificado con mi actual compañía y deseo culminar los proyectos en los que estoy involucrado.
Lamento que esta decisión pueda causar algún perjuicio, espero que en un futuro podamos volver a encontrarnos.
Saludos, Daniel.
Las Raíces
La selva y la ciudad no se diferencian tanto, al igual que las personas que en ellas habitamos. Una empresa no deja de ser una pequeña tribu. Ambas organizaciones tienen misiones que son ejecutadas por sus activos más preciados: las personas.
La vida profesional de cualquier trabajador está plagada de situaciones en las que tiene que decidir. Esos momentos son, normalmente, bastante complejos porque según el sentido de la decisión que se tome, puede tener unas consecuencias u otras.
Paras las compañías, uno de sus mayores retos en la era de la conectividad es afianzar las raíces de sus mejores empleados (importante matiz, el árbol tiene que cuidar al mejor fruto y dejar caer al que está podrido). Estas raíces, al igual que la de los árboles, no se nutre solo con agua (dinero), aunque no sobrevivirían sin ella. Hay más nutrientes que aportan firmeza y consistencia a estos seres vivos.
Nutrientes como el sentido de pertenencia, la identificación con el objetivo de la compañía, el trato personal o el desarrollo profesional son indispensables para que el árbol sea fuerte y aguante las inclemencias meteorológicas (o, en una selva 2.0, las ofertas externas).
No existe una receta única para conseguir el Oswengo Bavo de los Kibong y replicarlo en las tribus de asfalto. De hecho, quizás es imposible en muchas empresas o ni siquiera esté dentro de los objetivos de la misma. Pero querido lector, qué bonito es ver de vez en cuando historias de fidelidad como la de Daniel.