—Lo siento, te quiero mucho, pero dejarlo es lo mejor para los dos.
Aquellas terribles palabras que habían cambiado su vida hacía un mes, retumbaban aún en el corazón de Alejandra mientras sollozaba de regreso a casa.
Al desgarro de asumir que esa relación ya no iba a continuar, se unía un creciente sentimiento de incertidumbre, de inquietud, casi de miedo…
“¿Y ahora qué? ¿Qué va a ser de mi vida? ¿Qué voy a hacer?”
Alejandra empezaba a ser consciente de que había construido los últimos 5 años de su vida dentro de esa relación.
Sus amigos eran los de su pareja, las aficiones que había tenido eran también las suyas…
—¡Qué injusto!— gritó en voz alta.
“He sido fiel, no he dado un solo problema, y ahora me deja. Y encima me dice que es lo mejor para los dos. ¡Será para él!”
“Jamás voy a volver a encontrar pareja… ni siquiera sé cómo comenzar a hablar con alguien. ¿Qué le digo? ¿A dónde voy a conocer gente? ¿Qué tengo que ofrecerles?”
Llegó a casa de sus padres, porque apenas un año después de comenzar su relación se había ido a vivir a casa de su pareja. Y ahora no tenía otro sitio donde ir. Ni tampoco dinero ahorrado.
Se encerró en su habitación. Lloró.
—¡Esta relación iba a ser para toda la vida! ¡Eso es lo que me dijo! ¡Eso es lo que todos me dijeron! ¿Y ahora qué hago? ¿A dónde voy? ¿Cómo voy a volver a ser feliz otra vez?
Esos pensamientos obsesivos la torturaron durante horas, hasta que finalmente se quedó dormida.
El teléfono la despertó.
—¿Quién es?— acertó a decir mientras se desperezaba.
—Soy Alberto. De la Facultad.
—¿Alberto…?— se produjo un incómodo silencio.
—Estudiamos juntos, ¿recuerdas?
—Alberto… sí, claro, ya me acuerdo… mira, no es un buen momento, la verdad, si quieres hablamos en otro rato— respondió tratando de no ser demasiado brusca.
—Como quieras— se adelantó Alberto—. Me contó Clara lo que te había pasado, y solo quería decirte que yo pasé por lo mismo hace tiempo. Podemos tomar un café y charlamos un rato… creo que te puede venir bien.
—Ya, sí, podemos poner a parir a nuestros ex, y convertir la cafetería en una montaña de lágrimas. Mejor lo dejamos— respondió con sarcasmo.
—No se trata de eso— aclaró Alberto—. Déjame que te cuente mi historia. Y si no te sirve, solo habrás invertido un rato. Los cafés los pago yo.
—OK— aceptó con cierta desgana tratando de zanjar la conversación—. Nos vemos mañana a las 5 en la cafetería de la Facultad.
—Fenomenal. ¡Hasta mañana!
Alejandra colgó sin despedirse. El resto del día lo pasó en su habitación, navegando entre la autocompasión, el autodesprecio, la rabia hacia su expareja y la injusticia del mundo cruel…
Al día siguiente por la tarde dio un paseo hasta la cafetería. Cuando llegó, Alberto ya la estaba esperando.
—¡Alejandra! Qué alegría verte— se levantó educado.
—Igualmente, Alberto— respondió Alejandra, mostrando intencionadamente su delicado estado anímico.
—Bueno, ¿cómo estás?— preguntó sonriendo con un gesto amable.
—Imagínate, si has pasado por esto lo sabrás. Fatal. Hundida. ¿Cuánto hace que te dejaron a ti?
—4 meses— respondió.
—¿Y cómo lo llevas?— preguntó curiosa.
—Muy bien, ya he iniciado otra relación— contestó con seguridad.
—Ah…— se sorprendió ella—. ¿Y cómo ha sido tan rápido? ¿Quién es la persona afortunada?
—Pues… en realidad no es una persona. Es una nueva compañía para la que trabajo. Es que… no me dejaron, me despidieron— confesó.
—¿Cómo? ¿De qué me hablas?— balbuceó Alejandra desconcertada.
—Sí, de lo que quiero hablarte es de mi experiencia al ser despedido— aclaró Alberto.
—¿Estás de coña? Mira, creo que te has confundido, lo mío es otra cosa— afirmó levantando la voz— tus problemas laborales se los cuentas a otra— continuó, recogiendo sus cosas.
—Espera, por favor, Alejandra. Por favor— la miró a los ojos fijamente mientras le agarraba el brazo suavemente— Solo escúchame.
Alejandra miró su reloj, resopló y se quedó pensando.
—De acuerdo. Ya que estoy aquí…— dijo con cierta desgana.
—Gracias, Alex— contestó cariñosamente.
“Mira, en realidad no te voy a hablar de una ruptura. Sino de dos. De dos despidos. Sí, porque aunque te cueste creerlo, una relación laboral es lo más parecido a una relación sentimental. Cambia en tu historia pareja por empresa y lo comprobarás. Por eso en ambos casos deberíamos gestionarlas de forma similar”
“Hace dos años me despidieron de la empresa en la que llevaba 5 años. Era mi primer trabajo. No me entusiasmaba, pero me daba un sueldo aceptable que me permitió independizarme y tener dinero para salir e irme de vacaciones.”
“La empresa empezó a ir mal, hubo que hacer recortes y fui uno de los despedidos. Me quedé hundido. De repente me di cuenta de que en esos 5 años apenas había hecho nada para crecer como profesional. Me había dedicado a hacer mi trabajo, cobrar mi sueldo y olvidarme de todo al salir. Y, la verdad, la empresa tampoco me ayudó mucho a progresar, a formarme, a darme herramientas para avanzar en mi carrera. No les culpo, fue mi elección quedarme ahí. Pero tendría que haberme dado cuenta de que estaba estancado”.
“Por esa razón el despido fue un drama. Tuve que volver a casa de mis padres, se acabó salir y las vacaciones. Lloré durante semanas. Me costó mucho encontrar un nuevo empleo, estaba desactualizado, no sabía ni por dónde empezar. Hasta que Clara me habló de que un puesto en la compañía en la que trabajaba. Ella me conocía bien, y me recomendó. El salario era peor que al anterior, y eso no me gustó, pero ella insistió. Hazme caso, dijo, es un sitio en el que vas a poder crecer”.
“Así que hice la prueba y entré. Aquello no se parecía en nada a lo que yo había vivido. Había formaciones constantes, oportunidades de participar en proyectos transversales… me motivó tanto que también comencé a estudiar por mi cuenta, adquirir nuevos conocimientos… incluso a ahorrar y a invertir. Mi hice una cuenta en LinkedIn y conocí a mucha gente”.
“Al año, mi puesto, que dependía de un proyecto que concluyó, no tuvo continuidad, y la empresa tuvo que despedirme, no sin antes agradecerme mi trabajo y felicitarme por mi crecimiento profesional”.
“¿Sabes? Lo que antes había sido un drama, ahora lo veía como una oportunidad. Claro que me dolió, porque allí estaba muy a gusto, pero ahora me sentía fuerte y preparado para afrontar un nuevo reto profesional… que no tardé en encontrar”.
Alejandra le miraba con los ojos muy abiertos y humedecidos. Empezaba a entender lo que Alberto trataba de decirle.
“Alex, todos en la Facultad te veíamos siempre como la estrella del grupo, siempre alegre, brillante en tus estudios, atractiva y llena de vida. Pero el talento, profesional y personal, no es eterno, y si no se trabaja cada día se queda estancado”.
“Eso es lo que me pasó en mi primer trabajo, y lo que te ha ocurrido en tu relación. Te has acomodado. Y, sí, tu expareja contribuyó decisivamente a que eso sucediera, haciéndote la vida demasiado fácil, sin retarte, sin empujarte a crecer y a tener una vida fuera de tu relación. Lo mismo que mi primera compañía”.
“Mira, pensar que una relación, o un trabajo, es para toda la vida, es un gran error. No digo que no pueda suceder, pero son tantas las probabilidades de que no ocurra, que nuestro deber es estar preparados para cuando se acabe, y poder empezar otra relación, o quién sabe, seguir solos/emprender por nuestra cuenta”.
“Si lo piensas, además, tiene un doble beneficio. Si cuidas de ti y de tu vida -al igual que de tu talento, tus conocimientos, tus relaciones- no solo vas a estar más preparada si esa relación, personal o laboral, concluye. Vas a lograr que mientras dure disfrutes más y seas mucho más atractiva para tu pareja o tu empresa, porque no verá a la misma persona que empezó, con los mismos conocimientos, las mismas ideas… ambos verán a alguien que se esfuerza por crecer, por evolucionar, por aportar valor a la relación constantemente. Y eso, precisamente, contribuirá a que la relación perduré o, cuando menos, a que sea mucho más gratificante para ambas partes mientras dure, en vez de dar motivos para que se cansen de ti”.
“Esa es la diferencia para que cualquier ruptura o despido pase de ser un drama terrible a una situación desagradable, incluso dolorosa, pero que podemos gestionar y afrontar porque hemos hecho los deberes cuando tocaba”.
“Y, aunque es siempre nuestra responsabilidad, ten en cuenta esto: busca personas y empresas que te hagan crecer, que te reten, que no te dejen acomodarte. Eso es mucho más valioso que un buen salario o una pareja con casa”.
Alejandra se abrazó a Alberto y le dio las gracias mientras lloraba.
Años después, Alejandra y Alberto montaron una empresa. Alejandra no ha vuelto a tener pareja y es muy feliz. Alberto continúa creciendo profesionalmente, abordando nuevos proyectos y ayudando a otros a crecer, en su trabajo… y en su vida.