21 de febrero de 2025
rrhhdigital

Sísifo en la oficina

Este texto es ficticio y no está basado en hechos reales, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Siempre he querido ser un titán capaz de disputar a los dioses del olimpo su poder. Sin embargo, mi realidad se parece más a la de Sísifo, que empujaba una roca hacia la cima de una montaña y antes de llegar, la piedra rodaba hasta el inframundo para comenzar de nuevo en un ciclo infinito. Así contemplo mi realidad como director de recursos humanos, aunque mi carga es diferente y tiene que ver con la gestión de personas y cómo éstas se relacionan con el mundo laboral, tan cambiante desde la pandemia. El hedonismo como vehículo inspirador y una revolución social silenciosa, cuyo epicentro del sistema es el bienestar del individuo, está provocando una disonancia entre lo que ofrece un trabajador en su rendimiento y lo que éste exige a su compañía.

Como a Sísifo, la soledad me escolta con su presencia de alquitrán y el cansancio se sedimenta en mi columna vertebral, construyendo una estructura de cristal, frágil y quebradiza. De momento soy capaz de vencer todos los peligros que me rodean, pero la idea de que alguna vez no sea así, por constancia de mi enemigo o por desgaste personal, alimenta de manera efectiva mis inseguridades, que como una manada de serpientes se enroscan en mi cuello, entorpeciendo el flujo de oxígeno que no llega al cerebro, anticipando la angustia. El rol que asumo tiene un plus de peligrosidad y caducidad que no está medido ni valorado, y se está convirtiendo en una posición de alto riesgo emocional. Ser director de recursos humanos tiene una vertiente canalla, con cierto desprestigio e incomprensión a nivel popular. Vendí mi alma al diablo por desempeñar el puesto que ocupo, a cambio, acepté el suplicio de lo que yo llamo la maldita tarde de los domingos.

Son las cinco de la tarde y mañana es lunes, en mi cabeza empieza a desplegarse una sustancia densa, que, al ralentí, va conquistando las zonas blandas de mi cerebro y perturba mi equilibrio interior de tal forma, que la noche se alarga a pesar de los somníferos que desde hace dos años devoro para conciliar el sueño. En mis reflexiones de las cuatro de la mañana, me contemplo en mi montaña, empujando la roca, que, en vez de mineral, está compuesta por las dificultades para atraer y retener talento, las medidas de conciliación que siempre son insuficientes, las peticiones de subida de salario o las leyes proteccionistas a favor de los empleados que se manosean, manipulan y prostituyen, generando indefensión a las empresas.

Por la mañana, el café cargado intenta mitigar la jaqueca que me sacude de derecha a izquierda y de norte a sur por el déficit de sueño y lo consigue con la segunda dosis, la que me preparo en la oficina antes de encender mi portátil e intentar afrontar la mañana con la fuerza necesaria. Después de introducir la contraseña, voy directo al cuadro de mando. Necesito repasar los “kpis” que voy a defender en el comité de dirección que tengo a las doce. Mierda, el primero que encuentro es el absentismo y que, a pesar de los beneficios sociales implantados, las medidas de conciliación aprobadas, la flexibilidad horaria y el teletrabajo, no deja de crecer. El presupuesto de servicios jurídicos destinado a asuntos laborales, se ha incrementado un cuarenta por ciento desde el año pasado… El escenario que se va dibujando en mi mente no podía ser más malo, aunque siempre había margen para empeorarlo y fue en ese instante de perdición, cuando me entró un mail de uno de nuestros product manager, quizás el mejor, anticipándome su baja voluntaria. Era cuestión de minutos recibir la llamada del director de marketing, agobiado y un tanto perturbado, buscando una solución desesperada para retenerle. De momento le voy a ignorar, tengo un comité por delante que necesito preparar.

Me aburre sobre manera leer información de indicadores tan desmoralizadores, así que decido ir a la máquina a por mi tercer café y sin saludar a los que estaban arremolinados hablando de banalidades, recojo del dispensador la poción mágica y me bajo a fumar un cigarrillo a la puerta del edificio. Tampoco me sociabilizo con los fumadores vespertinos que, fijándome en quienes son, ya me podían haber alegrado la mañana con sus cartas de renuncia.

En la calle necesitaba respirar, descubrir el aire fresco y sentir cada mañana que soy libre como el viento. Hago una última inhalación, aplasto la colilla del Marlboro light contra el cenicero, me coloco los air pods para escuchar Highway to Hell lo más alto que soportan mis oídos y me dirijo al ascensor. Por mis venas sentía la energía de AC DC y en mi piel el viento del norte me había fortalecido de tal forma, que mis músculos se encontraban alerta y dispuestos a acometer un comité de dirección tenso.

Afortunadamente, la decisión de comprar una compañía consumió la mayor parte del tiempo, hasta que no terminó la reunión, no dejé de estar alerta, ya que probablemente, el director comercial me atacaría, sacando el tiempo que tardamos en cubrir las vacantes de los puestos de vendedores solicitados. Argumento que por otra parte le ayudaba a justificar la desviación con respecto a presupuesto que tenían en ventas. Como eso ya lo había vivido antes, tenía un arsenal de información que contrarrestaba su ataque. No hizo falta, no se debatió nada más que de la compra que íbamos a hacer, fijando otro comité extraordinario para la semana siguiente, así que guardé mis armas para el enfrentamiento que seguro, se iba a producir en un futuro cercano.

Ya en mi casa, como una letanía lejana, recordé una conversación con el director de operaciones describiendo cómo, después de un día duro se relajaba con un whisky. Me transmitió tal sensación de sosiego, que decidí probarla y aunque soy bebedor social, en la soledad de mi casa deshabitada, me serví un dedo de Macallan. Los aromas de la bebida que recordaban a tabaco, vainilla y madera húmeda, me ayudaron a desprenderme de los últimos residuos de estrés y concentrarme en el sabor del licor que estaba bebiendo. En los altavoces el Canon de Pachelbel me mecía y no tardé en dormirme, había alcanzado el cénit de la relajación y en cierta medida era feliz.

Haber sobrevivido al lunes hacia más llevadera la semana. Los días galopaban a lo largo del calendario y se iban descolocando como hojas caducas de otoño, cayendo marchitas sobre el suelo de la cocina para colorear de decadencia aquel espacio que apenas utilizaba. Los electrodomésticos me recordaban a las tumbas de un camposanto que silenciosas permanecían observando el paso del tiempo. Segundos, minutos, horas, días, meses, años… que, flotando en el ambiente, se iba cargando de una densidad molesta.

El efecto de cumplir años también afectaba a mi anatomía y se iba acumulando de forma grosera sobre mis hombros, no sólo el peso, sino la consciencia de linealidad, me lastimaban por dentro, sobre todo, cuando pensaba que todo lo consumido hasta la fecha no iba a volver y lo que quedaba por delante era menos de lo que llevaba sobre mis espaldas. Aun así, me sentía orgulloso de lo conseguido a nivel laboral.

La tarde del viernes era la antagonista de la tarde del domingo. Solo pensar que se terminaba la semana laboral para dar comienzo el fin de semana, me producía una excitación que iba en aumento a medida que se acercaba la hora de salida. El paréntesis que se abría permitía recobrar las células perdidas y recuperar la efectividad de las comunicaciones de los neurotransmisores y eso influía en un cambio en el estado de ánimo. Como Sísifo, estaba a punto de alcanzar la cima de la montaña con la roca que estaba empujando y por ello, me sentía poderoso como un superhéroe, capaz de frenar la rotación de la Tierra o incluso, cambiar las mareas oceánicas. Esta euforia se irá disipando como la niebla, a medida que se consumen las horas del sábado y del domingo y antes de volver a mi infierno particular y afrontarlo con la disciplina de un soldado y el tesón de un herrero, sé que tendré que levantarme antes de volver a caer y así sucesivamente. Siempre pienso que no voy a poder soportar una semana más, pero recupero a Bertold Brecht como otras tantas veces y sirviéndome de inspiración, dimensiono mi musculatura para mover la roca con la fuerza necesaria. Comienzo mi camino con el ansia de un tiburón y la efectividad de un reloj suizo, fijando con la vista mi objetivo y con los ojos crispados de sangre, recito con los dientes apretados: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

Sección patrocinada por

NOTICIAS RELACIONADAS

DEJA UNA RESPUESTA

Lo más leído
Los lectores Opinan


¿Qué áreas del bienestar laboral crees que se benefician más de la aplicación de la IA?

Ver los resultados

Cargando ... Cargando ...

Regístrate en el boletín de RRHHDigital

* indicates required
Opciones de Suscripción
En cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 5 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal (en adelante, "LOPD"), EDICIONES DIGITALES SIGLO 21, SL., le informa de que los datos de carácter personal que nos ha proporcionado mediante la cumplimentación de cualquier formulario electrónico que aparece en nuestras Web Site, así como aquellos datos a los que EDICIONES DIGITALES SIGLO 21, SL. acceda como consecuencia de su navegación, de la consulta, solicitud o contratación de cualquier servicio o producto, o de cualquier transacción u operación realizada a través de las Webs de nuestro grupo editorial EDICIONES DIGITALES SIGLO 21, SL., serán recogidos en un fichero cuyo responsable es EDICIONES DIGITALES SIGLO 21, SL. provista de CIF B86103140 con domicilio a estos efectos en Calle Comandante Franco, 24 28016, Madrid. Con carácter general, los datos de carácter personal que nos proporcione serán utilizados para atender sus solicitudes de información, así como informarle sobre nuevas actividades, productos y servicios de EDICIONES DIGITALES SIGLO 21, SL. Aquí puede leer nuestro aviso legal y política de privacidad.
rrhhdigital