Era Julio, hacía calor, pero ella no era capaz de sentirlo….
Bajaba las escaleras, aquellas que tantas veces había subido de lunes a viernes, pensando en cuántos días más las subiría, dónde estaba su oportunidad, cuándo cambiarían las cosas…
Desde aquella toma de conciencia que le aportó un proceso de coaching que no esperaba, y en el que ni siquiera creía; desvelada tras mucho autoconocimiento, mucha formación continua, mucha introspectiva…
Había recibido una revelación hace tiempo, una que le acompañaba cada día, una que había intentado silenciar, pero que le repetía de muy diferentes maneras, por qué no romper con todo, empezar de cero, reinventarse. Había sido un proceso largo, quizás demasiado largo para el tiempo y el espacio de una vida, pero había una fuerza escondida en algún sitio de su alma, de su cuerpo, de su cabeza que le había estado incomodando en los últimos tiempos, una fuerza que tiraba de alguna manera de ella en otra dirección, ella insistía en seguir un camino predeterminado, cómodo, rutinario, un camino ciego, y ella sabía que ese ya no era su camino.
La belleza, la vida y otros caminos son y están, a pesar de que por nuestra ceguera no los veamos; esa cita iba y venía como unas luces de neón que se iluminan y se apagan, pero nunca desaparecen.
Y hoy, bajando, reflexiva y pensativa, cada peldaño era un recuerdo, un momento, una sensación. Contradictoriamente, no pensaba en nada y no sentía nada. Solo avanzaba despacio, con calma, pero avanzaba, sin rumbo aparente, buscando sentido en la ausencia de dirección.
Miró a su alrededor; el mundo parecía haberse detenido. No había rastro de gente, coches ni bullicio; solo el vacío y el silencio la envolvían, como la escena del final de una película. La imagen se alejaba del personaje, ganando distancia gradualmente, hasta que este quedaba reducido a un punto casi inexistente en comparación con la majestuosidad de una pantalla de cine.
Caminó durante horas sin sentido, como alguien que no sabe adónde va, pero camina para encontrar ese sentido en el propio caminar sin sentido.
El cambio se abría ante ella, una nueva etapa que comenzaba, como un lienzo en blanco que simboliza el comienzo de nuevas oportunidades, pero que tanto pánico provoca, debido al vacío de la incertidumbre hacia lo desconocido. Tan temido y tan idílico al mismo tiempo.
Esa tarde, los recuerdos no paraban de llegar a su mente a una velocidad que asustaba, como si su vida entera estuviera pasando delante de sus ojos, acelerada y marcada por la complejidad de todas las experiencias vividas. Y de repente, un escalofrío, una imagen y una escena que se remontaban a años atrás, cuando salió tan marcada de aquella función teatral que interpretó y que se le quedó de alguna manera aparcada en algún sitio escondido de su memoria, preparada para hacer su aparición estelar en el momento adecuado, y parecía que ese momento era hoy. Rara vez uno se arrepiente de lo que hace, pero casi siempre uno se arrepiente de lo que no ha vivido.
En ese instante, entendió que ese viaje de introspección había comenzado mucho antes y que todos los pasos dados desde aquel momento le habían llevado inevitablemente hasta el punto y final que se escribía en ese momento.
Atardecía en Madrid y subió a su apartamento; todo era diferente, ¿por qué? Todo olía diferente, ¿por qué? Los colores eran diferentes, ¿por qué? Esa pregunta que te lleva a buscar explicaciones, en la ansiada búsqueda de la racionalidad.
Quizás todo había cambiado porque había tomado una decisión importante, una decisión que la dejaba en un territorio desconocido, hostil, desértico. Aunque tirando de recuerdos quizás no era tan desconocido, con otras formas, pero levemente quería agarrarse a algunos momentos en que aquella sensación ya había existido.
En esos recuerdos del pasado, encontraba algo familiar en la magia de lo nuevo, de lo inexplorado, de empezar de cero, quizás ya había recorrido un camino parecido otras veces, pero si notaba que este iba a ser, quizás más largo, profundo y tedioso.
Se preguntaba quién era realmente, más allá de un nombre, un género, un puesto o una posición en la sociedad. Qué hay detrás de todas las etiquetas que nos vamos poniendo a lo largo de la vida, qué pasa cuando te desnudas de verdad, cuando buscas en lo más profundo de tu ser, cuando te deshaces de todas tus capas.
¿Qué queda cuando dejas atrás tu vida? ¿Qué hay cuando no hay nada?
En aquel momento, sintió miedo, mucho miedo, pero comprendió que detrás de ese temor encontraría todas las respuestas. Fue consciente de que debía emprender ese viaje hacia el silencio para encontrarse a sí misma, descubrir quién era, conocerse de nuevo, y volver a empezar. En medio de las incógnitas, se planteaba una pregunta existencial: ¿Cómo se recorre el camino de la reinvención?
Fue entonces cuando el miedo se transformó en esperanza y la incertidumbre en una amiga que la acompañaría en el proceso. Alcanzar la autenticidad de su ser se convertía en su objetivo más desafiante.
Regresaron las ganas y la motivación; podría ser quien quisiera y podría hacer lo que siempre había soñado. Cumplir deseos, invertir tiempo en proyectos apasionantes, conocer gente, tener experiencias retadoras: de repente, como si nada, su sonrisa se pronunció, su corazón latía deprisa, su postura se alzaba y, sin saber por qué, experimentaba una felicidad inmensa y poco parecida a lo que había sentido nunca. ¿Podría ser eso lo más parecido a la libertad?
Como si de un viaje se tratase, metió en su mochila sus valores más profundos, las ganas y la motivación de su objetivo. Se tomó el tiempo necesario para gestionar y entender su duelo, se despidió de lo que ya no iba a necesitar, se rodeó de personas indispensables y de un espíritu renovador que dirigiría su camino para poder mudar de piel y alcanzar todo lo que estaba en su cabeza.
Bajó las escaleras de su apartamento y empezó a caminar, esta vez con un sentido, un propósito y una dirección definida. Y mientras anochecía, ella daba pasos firmes en la oscuridad con la determinación de descubrir los colores que componían la luz que quería proyectar.
Ese lienzo en blanco estaba esperándola para ser pintado con los colores de su verdadera identidad.
Era Julio, hacía calor, y ella podía sentirlo….