Emprender después de los 50 años ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida.
Es en este punto donde la experiencia, la red de contactos y la madurez se convierten en aliados imprescindibles. Haber vivido fracasos y éxitos previos me dio una visión más clara del impacto que deseaba lograr. Sin embargo, no todo ha sido sencillo: superar prejuicios, mantenerse al día con las nuevas tecnologías y equilibrar la vida personal con el proyecto han sido retos constantes. Pero cada obstáculo ha sido una oportunidad para aprender, crecer y demostrar que la innovación no tiene edad ni género.
Mi consejo para otras mujeres emprendedoras es sencillo pero crucial: confíen en sí mismas y en su experiencia. La red de apoyo es fundamental, pero la fuerza interna es lo que marca la diferencia. Atrévanse a aprender continuamente, busquen rodearse de personas que compartan su visión y nunca dejen de creer en el valor de sus ideas.
En este Día de la Mujer Emprendedora, celebro no solo mi historia, sino la de todas las mujeres que están transformando el mundo a través de su determinación, creatividad y valentía. Emprender es un desafío, pero la recompensa de construir algo propio y con propósito es incomparable.