La evolución de las relaciones laborales está marcando un cambio sin precedentes en cómo las empresas se aproximan y seducen al talento joven. Este fenómeno se manifiesta en la urgente necesidad de adaptar estrategias corporativas más que, en ofrecer un simple “trabajo” al estilo tradicional del uso de la palabra.
Mirando por el retrovisor en la historia del empleo en nuestro país, las relaciones laborales se forjaron en una creencia social en la que el trabajador debía sentirse agradecido al empresario por tener un trabajo y, de algún modo, esa era la principal acción empresarial (y suficiente) de atracción de talento (ofrecer trabajo).
Cuántas veces hemos escuchado la clásica frase de “deberías estar agradecido por este trabajo” o “no te quejes, demasiado que te doy trabajo”, bajo esa premisa de calado cultural, unido a una baja inquietud social al cambio de trabajo motivado, entre otras cosas, por cierto temor generalizado al cambio de proyecto, además de una menor exigencia de los trabajadores en los requisitos para elegir empresa, se producía un bajo índice de rotación y una falta de necesidad empresarial para ser atractivo, pero realidad actual es muy distinta, ya que las exigencias de los jóvenes son diversas y plurales (además de tener “la sartén por el mango”), esto unido a un alto nivel de rotación, obliga a las empresas a ser “sexis” para atraer y fidelizar a los más jóvenes y, en síntesis, a ser más “imanes” en la búsqueda de talento.
Las exigencias actuales han cambiado radicalmente, las nuevas generaciones de profesionales buscan una cultura empresarial que sea inclusiva y colaborativa, donde se valore la diversidad y para ello, la empresa debe realizar un profundo debate para ser atractivos. Además, los más jóvenes demandan un desarrollo profesional constante, con programas de aprendizaje, mentorías y claros planes de carrera. La flexibilidad es clave, con opciones de teletrabajo y horarios adaptables que permitan un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal.
La adopción de tecnología avanzada y métodos innovadores se vuelve indispensable para mantenerse relevante y atractivo. Asimismo, un fuerte compromiso con la responsabilidad social y medioambiental puede ser un diferenciador importante. Los jóvenes desean trabajar en empresas que no solo busquen beneficios, sino que también tengan un propósito social y humano.
El ambiente de trabajo también juega un papel crucial. Un entorno “feliz”, con relaciones laborales saludables y un apoyo emocional adecuado, es esencial para enamorar al talento. La remuneración competitiva y los beneficios atractivos son factores determinantes, así como un sistema que ofrezca feedback regular y reconozca el buen desempeño de las personas trabajadoras.
Ofrecer oportunidades de liderazgo temprano también es una estrategia para atraer a aquellos que buscan crecer rápidamente en sus roles. Al combinar estos elementos y adaptarse a las necesidades cambiantes del talento juvenil, las empresas pueden aumentar poderosamente su capacidad para atraer y mantener a los talentos más prometedores.
En resumen, la clave estará en escuchar activamente y responder a las expectativas de los jóvenes, creando un ecosistema que no solo satisfaga sus necesidades profesionales, sino también sus aspiraciones personales y emocionales. Esta revolución en las relaciones laborales es una oportunidad para que las empresas se reinventen y se posicionen como líderes en un mercado cada vez más competitivo y dinámico.