23 de septiembre de 2024
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En Recursos Humanos no sabemos pensar

En el mundo de los Recursos Humanos, nos encontramos ante una paradoja alarmante que está socavando la eficacia de nuestras organizaciones.

Con demasiada frecuencia, los profesionales de RR. HH. caemos en la trampa de planificar la estrategia, cuando en realidad deberíamos estar trazando la segundo para luego construir la segunda. Este error fundamental está causando estragos en nuestras empresas, llevando a la implementación de políticas mal concebidas y a la frustración generalizada tanto de empleados como de directivos.

La raíz del problema radica en nuestra obsesión por la acción inmediata. Nos apresuramos a elaborar planes detallados, establecer KPIs y diseñar procesos, porque queremos demostrar que estamos muy ocupados, cuando la verdadera dedicación debería estar en darnos, concedernos y tomarnos el tiempo necesario para reflexionar sobre el propósito fundamental de nuestras acciones. Esta mentalidad de «hacer por hacer» ha convertido a muchos departamentos de RR. HH, en meras máquinas de cumplimiento, desconectadas de las verdaderas necesidades de la organización y sus empleados.

La estrategia es la idea, el concepto rector que debe guiar todas nuestras acciones. Es el «qué» y el «por qué» de nuestros esfuerzos. La planificación, por otro lado, es la acción, el «cómo» llevaremos a cabo esa idea. Al invertir este orden lógico, estamos construyendo casas sin cimientos, implementando programas y políticas que carecen de una visión coherente y un propósito claro.

Esta confusión ha llevado a que muchos departamentos de RR. HH. y sus profesionales se perciban como irrelevantes o desconectados de la realidad empresarial. Nos hemos convertido en expertos en crear procesos complejos y políticas elaboradas, pero hemos fallado en aportar un valor real y tangible a nuestras organizaciones. Estamos tan ocupados ejecutando planes que nunca nos detenemos a cuestionar si estos planes tienen sentido en primer lugar.

El resultado es desastroso: programas de formación que no mejoran las habilidades críticas; sistemas de evaluación del desempeño que desmotivan en lugar de inspirar; y políticas de “retención” que fallan en abordar las verdaderas razones por las que el talento abandona la empresa. Todos estos son síntomas de una estrategia mal concebida o, peor aún, de la ausencia total de una estrategia coherente.

Es hora de que los profesionales de Recursos Humanos demos un paso atrás y nos replanteemos fundamentalmente nuestro enfoque. Debemos comenzar por hacernos las preguntas difíciles: ¿Cuál es el propósito fundamental de nuestro departamento? ¿Cómo podemos alinear verdaderamente nuestros esfuerzos con los objetivos estratégicos de la organización? ¿Qué valor único podemos aportar que ningún otro departamento puede ofrecer?

Solo cuando hayamos respondido a estas preguntas fundamentales podremos comenzar a planificar con un propósito claro. Necesitamos líderes de RR. HH. que sean pensadores estratégicos, capaces de ver el panorama general y de articular una visión convincente para el futuro de la fuerza laboral. Necesitamos profesionales que entiendan que su papel no es simplemente administrar procesos, sino transformar la cultura organizacional y potenciar el capital humano.

El camino hacia adelante requiere valentía. Debemos estar dispuestos a desmantelar sistemas ineficaces, por muy arraigados que estén. Debemos tener el coraje de cuestionar las prácticas establecidas y de proponer soluciones innovadoras que realmente aborden los desafíos de nuestras organizaciones.

Es tiempo de reclamar nuestro lugar como verdaderos socios estratégicos del negocio. Pero para hacerlo, debemos primero poner nuestra casa en orden. Debemos aprender a pensar antes de actuar. Solo entonces podremos cumplir con nuestra promesa de ser un catalizador para el éxito organizacional y el crecimiento individual.

El futuro de Recursos Humanos depende de nuestra capacidad para corregir este desequilibrio fundamental. Es hora de dejar de confundir la acción con el progreso y empezar a liderar con visión y propósito. Nuestras organizaciones lo merecen, nuestros empleados lo necesitan, y nuestro futuro profesional depende de ello.

Y es que “la diferencia entre estar perdido y estar explorando es que, en el segundo caso, uno sabe cómo volver”.

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