21 de noviembre de 2024
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Un EPI emocional para promover el bienestar psicosocial de los trabajadores

Nuestra salud mental se ve amenazada desde numerosos frentes: la presión en el trabajo, un jefe tóxico, un problema familiar, cansancio acumulado o alguna fobia que escapa a nuestro control. Todo ello, aislado o en conjunto, nos lleva a experimentar malestar emocional derivado de altos niveles de estrés o ansiedad, incluso trastornos psicológicos graves como depresión. Casi nadie está libre de ello: la OMS estima que una de cada cuatro personas sufrirá algún trastorno mental a lo largo de su vida, y que muchos de ellos estarán de algún modo relacionados con el entorno laboral, donde pasamos una media de 60.000 horas a lo largo de toda la carrera profesional.

Pero no podemos librarnos (o al menos de la forma que quisiéramos) de nuestro entorno y todos esos desencadenantes. Tampoco de las emociones (ira, aversión, enfado, pero también alegría excesiva) que son, por otro lado, necesarias para la supervivencia -su papel es avisarnos de que en el exterior está pasando algo y hacernos reaccionar-. Pero sí podemos aprender a gestionarlas nosotros mismos para paliar sus efectos, encontrar un equilibrio entre la situación real y la reacción que nuestro cuerpo ha desencadenado ante ella y, en fin, utilizarlas a nuestro favor.

Y es que, proteger nuestra mente de amenazas externas tiene mucho de autocuidado. Sería como poner en práctica un EPI emocional, trasladando la idea de estos equipos de protección individual que tan útiles resultan en el plano físico, frente a virus aéreos y otras amenazas químicas, al entorno del bienestar psicosocial. Y las empresas donde trabajamos tienen mucho que contribuir a ello garantizando un entorno seguro, abierto a la comunicación, libre de conflictos y con las medidas adecuadas de reacción frente a posibles casos de riesgo psicosocial.

Inteligencia emocional, un softskill imprescindible

Aunque se habla mucho del concepto de inteligencia emocional, no muchas personas saben realmente qué significa y, mucho menos, cómo aplicarla. Podemos decir que se trata de la capacidad de ser conscientes de nuestras propias emociones y de las de los demás. Gracias a ella podemos construir ese EPI a nuestra medida aprendiendo a identificar, aceptar y regular esas emociones, sobre todo aquellas que a veces no nos hacen sentir bien. Es una habilidad que se demanda a los puestos directivos en la mayoría de las empresas ya hoy día, pero que es igualmente imprescindible a todos los niveles, porque cualquier persona feliz y estable es mucho más productiva en su puesto de trabajo, genera buen ambiente a su alrededor y, en suma, consigue que todos los equipos trabajen más eficientemente.

Por el contrario, una persona que no sabe gestionar esta inteligencia, lo que es equiparable en muchos aspectos con una baja autoestima, puede tener sentimientos de inseguridad y miedo al fracaso y esto, a la larga, no solo puede devenir en problemas de salud mental como la depresión o la ansiedad, sino también incidir en el trabajo, con más posibilidad de cometer errores o con dificultades para relacionarnos, por ejemplo. Por eso, fortalecer la autoestima es parte de este proceso de autoprotección que nos debemos como personas.

No siempre es fácil, y a veces es imprescindible contar con una red de apoyo (familia, amigos o apoyo profesional) a la que acudir en caso de sentir debilidad en este sentido. También es fundamental que en las empresas, el lugar donde pasamos prácticamente un tercio de nuestra vida, se fomente e impulse el desarrollo de la autoestima, el aprendizaje de la inteligencia emocional y, por supuesto, el desarrollo de esos EPIs que nos protegen como personas y protegen también a todo su entorno de las consecuencias de una mala salud mental.

En este sentido, la implementación de planes de acompañamiento y apoyo psicológico, como el Programa de Ayuda al Empleado (PAE) en las organizaciones sirve, primero, para testar el estado de salud global del equipo y saber si se está fallando a los trabajadores en este aspecto. Pero también, y mucho más importante, para realizar una función preventiva, dándoles a los trabajadores herramientas de afrontamiento y asistencia psicológica profesional.

Cuidarnos y protegernos durante nuestra jornada laboral es indispensable para todos, tanto con Equipos de Protección Individual como con el EPI emocional.

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