XV Premio Literario RRHHDigital
Versos libres en el pensamiento de un directivo/a de personas cualquiera, que afronta una semana más en su batalla campal de decisiones, con la presión de la cuenta de resultados, los compañeros y los empleados (en género masculino para que rime con “resultados”, aunque el género aplique a lo neutro).
Versos libres de lectura sosegada, de pausas marcadas, de silencios contenidos y que se recomienda leer en ligera voz alta y con enfática entonación.
Frágiles desafíos
Pretendo inspirarme en este agujero negro en el que me encuentro.
No es cuestión de pozo profundo, sino de amplio salón sin luz, sin claridad.
De ventanas cerradas que necesito se abran a los desafíos que abarrotan mi agenda.
Y por ende, mi mente.
Pretendo inspirarme para sacar adelante tan frágiles desafíos, que son las motivaciones de mi gente. Gente que tengo cerca y veo su cara.
Y gente que tengo entregada su mirada en personas de mi confianza.
Y frágiles desafíos porque sus motivaciones son diferentes, y sobre todo, cambiantes, fluctuantes, variables…
Pero todas ellas, exigentes.
Exigentes en el contenido, en el tiempo, y en el resultado. Y da igual que mires arriba, o hacia abajo, o hacia los lados. Da igual si piensas hacia adentro o hacia afuera, porque intentando equilibrar la balanza, siempre hay algo que te la desnivela.
Y me centro en el todo para querer alcanzarlas, entregarlas y satisfacerlas.
Y me doy cuenta que los malabares son para los circos. Entonces procedo a segmentar por parcelas,
buscando el mejor de los criterios,
y vuelvo a enmarañarme en la pregunta,
¿por dónde empiezo?,
¿por los de arriba o por los de abajo?,
¿por los que ingresan o por los que gastan?,
¿por los que producen o por los que venden?,
¿por los que se quejan o por los que callan?
Y no me atrevo a preguntar fuera de mí, porque todos levantarán su mano de prioridad, de necesidad, de importancia.
Pretendo inspirarme escuchando sus voces altas, pero también, sus voces silenciadas.
Porque no todo el ruido es deber, ni todo silencio es olvido, al contrario pues, he de mirar donde los demás no ven.
Puedo ponerme en modo máquina, a por todo y con todo, pues todo método está inventado, toda empresa pasó por lo mismo, todo resultado quedó registrado.
Pero puedo ponerme en modo persona, entonces ya no es lo mismo.
Ahora hay que pensar, preguntar, reflexionar, porque cada paso tiene una consecuencia, y cada consecuencia tiene un personal destino.
La inspiración es el mantra del directivo. La soledad su amigo.
Tiempo para estudiar números, clientes, proyectos… Y tiempo para escuchar almas, miradas, personas.
Así que, pretendo inspirarme para dar con la clave. La que me lleve a la solución de las soluciones.
La que satisfaga sus motivaciones. La que contente sus necesidades.
La que compense mis preocupaciones. Pretendo inspirarme.